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EDICIÓN ESPAÑA

De nuevo, un destino refugio

 

De nuevo, un destino refugioPor Pau Morata

18/3/11.- Las crisis socio-políticas originadas por jóvenes sin trabajo en los países de la cuenca meridional del Mediterráneo iniciadas en Túnez, luego en Egipto y a continuación en Libia –con extrema virulencia-, Argel y Marruecos han alterado cualquier previsión anterior sobre el comportamiento de la demanda turística en este año. Por temor a la violencia e inseguridad hubo que repatriar con celeridad a turistas y se paralizó la actividad viajera hacia aquellos dos importantes destinos turísticos, Túnez y Egipto. Desde entonces millares de turistas han sido desviados de destino y conducidos a sitios seguros, entre ellos Canarias.
Nadie puede prever cómo evolucionarán los acontecimientos en los mercados emisores de aquí al verano. Y a pesar de los esfuerzos que en ambos países hay para dar una imagen de normalidad –Túnez ha lanzado un campaña de promoción, con una nueva identidad gráfica- parece poco probable que en el mercado emisor alemán y en el británico sus consumidores crean en la existencia de tranquilidad social en esos destinos afectados en los que antes del inicio de las revueltas de sus habitantes contra quienes les gobernaban de manera dictatorial se sentían rodeados de altos niveles de seguridad. Precisamente por el férreo control y la restricción de las libertades de los habitantes locales.
Un factor no ajeno a si se tardará mucho o poco en la recuperación de los flujos turísticos hacia esos países es que el clamor popular contra los dictadores o sucedáneos ha traspasado las fronteras y no se vislumbra una vuelta atrás.
En Egipto, la suya no es una crisis terrorista más, como lo fueron los atentados esporádicos habidos en los últimos veinte años. La crisis actual es distinta, muy profunda y la recuperación de la confianza probablemente estará supeditada a la clarificación del futuro político en el país, a sabiendas de que los fundamentalistas islámicos son muchos allí y muy antioccidentales: abundan líderes radicales -hasta hace poco vigilados y controlados- para quienes el turismo es negativo por “contaminar” con costumbres occidentales y que ven a los turistas como objetivos a quienes atacar para que esto disuada a otros turistas potenciales de desplazarse a disfrutar de las playas y de las bellezas monumentales.
En Túnez, la rebelión ha sido contra una corrupción al límite, muy perceptible por la ciudadanía que sobrevivía alejada de los círculos de poder. Allí, afortunadamente, no había una división grave entre laicos y practicantes, islamistas moderados. Al menos hasta ahora, la occidentalización está muy extendida y aceptada y nadie cuestiona el turismo.
Los flujos turísticos europeos hacia la cuenca sur del Mediterráneo han sufrido un grave deterioro cuando nadie lo esperaba. Habrá que ver cómo evoluciona la situación en Libia y en Argelia, países turísticamente irrelevantes pero gigantescos e incómodos vecinos a caballo entre Egipto y Túnez, el primero, y entre Túnez y Marruecos el segundo. En Argelia porque hay grupos radicales islámicos y su gobierno mantiene una tensa relación con Marruecos. Y en Libia porque es donde las revueltas tuvieron una respuesta más brutal y sangrienta.
Y he aquí que varias zonas de España en decadencia por la crisis estructural de su oferta obsoleta de alojamiento e incluso paisajística, de sus mayores costes y de su falta de competitividad recibirán más turistas que, en otras circunstancias, no habrían elegido venir aquí. Y, una vez más, los problemas de otros destinos proporcionarán una inmerecida “buena” temporada vacacional.


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