Por Raúl Huerta
Madrid. 2/03/11.- El boom de las aerolíneas low cost logró que mucha más gente tuviera la posibilidad de viajar a numerosos destinos por un precio muy razonable. Asimismo, con el tiempo han conseguido modificar la forma de viajar y los nuevos turistas poco tienen que ver con los de hace años, para bien y para mal.
Para poder ofrecer unos precios tan agresivos estas compañías comenzaron por implantarse en aeropuertos secundarios. Ryanair se hizo experta en ese sentido y no le dolían prendas en comercializar una ciudad como destino aunque estuviera a más de 120 kilómetros del aeródromo dónde el avión aterrizaba.
En España, las low cost encontraron su hábitat predilecto: un país con numerosos aeropuertos y con comunidades manirrotas que pagan a las compañías por volar. En pleno apogeo de este tipo de compañías, nos hemos acostumbrado a coger el avión casi a la puerta de nuestra casa. Ciudad Real, Burgos, Vitoria o Vigo, por ejemplo, contaban en algunos casos, y cuentan en otros todavía, con rutas a Londres, París o Tenerife. Sin embargo, a largo plazo esta tendencia no resulta rentable y cuando la crisis ha golpeado a todos, este tipo de viajes puerta a puerta está desapareciendo.
Hay rutas que no son rentables se miren por donde se miren. Solo se operan porque el gobierno de turno quiere presumir de haber conseguido vuelos a tal capital europea, es una cuestión de imagen y en pocos casos explican al ciudadano que esa ruta la pagan de sus bolsillos, que los aviones van y vienen medio vacíos, y que no existe ninguna necesidad de dicha conexión aérea, sino la meramente populista.
A medida que se ajustan los presupuestos de las comunidades y de los ayuntamientos, se van reduciendo las partidas destinadas a subvencionar a las aerolíneas, las cuales sin ningún pudor dejan de volar demostrando de este modo la nula rentabilidad de las rutas. Esto nos llevará a largo plazo a que sólo se operen las rutas que de verdad tienen demanda, algo muy lógico, ya que los vuelos de bajo coste han supuesto –y suponen- un alto coste para las arcas públicas.
Ciudad Real ya sólo cuenta con vuelos a Barcelona, gracias a una subvención de más de dos millones y medio de euros públicos a Vueling (de alguna manera hay que justificar la monstruosidad de aeropuerto que han construido); en Girona han reducido las subvenciones a Ryanair y ésta ha recortado sus vuelos allí a la mitad; Vueling anuncia que se va de Lleida, aunque este aeropuerto negocia ya para que Air Nostrum ocupe su lugar… y así seguirá pasando en los aeropuertos secundarios que se han creído de primer nivel, cuando está claro que no hay demanda para los 49 aeropuertos con que cuenta España.
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