Por Marga Albertí
27/6/11.- Las nuevas rutas del AVE ya empiezan a chocar contra la realidad. El tren más elitista y menos sostenible no tiene clientes entre Toledo, Cuenca y Albacete. Han hecho falta seis meses, desde que se puso en marcha la ruta, para que aflore una verdad incontestable. De esas que se resisten al terco protagonismo político y acaban saliendo a flote como los ahogados. Qué fácil debió ser para los alcaldes de los tres municipios -sin estudios previos de demanda, ni proyecciones, ni ningún dato objetivo que avalara el éxito- persuadir al Ministerio de Fomento para llevar adelante una idea con clarísimos réditos electorales: medallas para todos y encantados de haberse conocido. Pero los resultados están ahí y a excepción del tramo entre Madrid y Toledo, el único con precio y demanda razonables, el AVE en Castilla-La Mancha engrosará el vertedero de carísimas infraestructuras públicas que inauguró el aeropuerto de Ciudad Real.
¿Era legítima la aspiración de los alcaldes a que la alta velocidad impulsara la economía y sobre todo el turismo en la región? No menos que las que Huesca, León, Lleida o Castellón han depositado en sus aeropuertos ‘fantasma’, también con cargo a nuestros bolsillos. Pero han resultado ser un despilfarro a tenor de los resultados y el del AVE en Castilla-La Mancha es el penúltimo episodio. Alguien debería responsabilizarse del fracaso. ¿O es que creíamos que íbamos a dar lecciones a países como Francia, Alemania o Estados Unidos, con muchos menos kilómetros de alta velocidad ferroviaria que España? Nunca aprenderemos.
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