Por Tomás Cano
21/1/11.- Aquel niño, hoy hombre, está sentado en su pequeña biblioteca rodeado de sus libros y recuerda, en el ocaso de su vida, cuando leía a Tintín y sus aventuras como ‘Objetivo La Luna’, o ‘La oreja Rota’ o ‘La Isla Negra’. Todos los jueves, un sacerdote del orfanato le abría las puertas a esas aventuras, que de alguna manera le formaron y le permitían evadirse del riguroso régimen disciplinario que allí existía.
Desde los cinco hasta los catorce años leía y releía esas aventuras hasta conocerlas y vivirlas como si él fuera uno más de los personajes de aquellas épicas historias.
Lo cierto es que marcaron su vida; se apoderó de él una vocación tenaz por la aventura. Durante unas vacaciones, fue hasta la capital en un avión DC7, y aquello también lo marcó para siempre. Se unió su vocación por la aventura con algo que le fascinó: el avión.
Por la ecuación que recibía, estaba muy predispuesto al sacerdocio, pero de repente y después de ese viaje decidió que dedicaría su vida a la aviación. Cuando hablo de dedicar su vida a la aviación, hay que poner en contexto la situación: su vida en aquellos momentos no era más que un círculo cerrado del hospicio y sus aventuras junto a Tintín. Salir de ese círculo iba a ser muy difícil, y lo fue.
El mundo no es sólo perverso cuando somos mayores, lo es también cuando uno es niño. La vida es difícil desde el momento en que conseguimos llegar a tener uso de razón, y si te faltan los padres más aún.
Hoy el hombre sentado junto a sus libros mira los recuerdos, con nostalgia, su primera calificación de piloto alumno y la de piloto comercial, recuerda con nostalgia los amigos perdidos simplemente porque se fueron antes y, lo que es más difícil de llevar, aquellos de los que la propia vida nos ha alejado simplemente porque en la vida hay demasiadas esquinas con las que solemos golpearnos y se producen desgarros en ellas mismas y en nosotros, que nos vamos dejando la piel y los amigos. A veces uno intenta arreglar esas esquinas pero ya no tienen solución y, de esta forma, llegas al ocaso de tu vida, recordando aquellos que siguen hoy contigo, pero se quedaron en una de esas esquinas traidoras.
El ocaso de la vida te hace revisar muchas cosas. El hombre coge su libro de vuelo y ve sus veinte mil y pico horas de vuelo. Es un número que indica mucho profesionalmente, pero ahora ya no le dicen nada.
Recuerda sus viajes por el mundo y el mundo le parece pequeño, se le ha quedado reducido a su pequeño habitáculo dónde tiene sus recuerdos y rodeado de sus libros, sus mejores amigos, nada puede ser mejor que un libro, es un amigo que espera pacientemente para ser leído y disfrutado.
Sus padres regresaron de hacer las Américas, sin mucho éxito por cierto, pero pudo disfrutar de ellos durante su vejez.
De repente se da cuenta de que su vida ha sido una vida feliz porque ha visto cumplir sus sueños. Ha hecho viajes fascinantes como los de Tintín, ha tenido experiencias de verdadero aventurero, ha conocido a gentes de otros lugares…
El hombre sonríe pensando en todo ello y se dice a sí mismo que la vida no lo ha tratado tan mal. Y piensa que cuando lo echen en la caja de los muertos menospreciará el llanto fingido de los vivos y no olvidará los llantos de los que le quisieron de verdad, con amor.
Amor: algo que desde que somos niños se nos inculca y que somos tan reacios a darlo o mostrarlo a los demás A pesar de todo piensa que el seguirá amando incluso a aquellos que se quedaron en alguna esquina de su vida y también a los que lloren con fingidas lágrimas cuando esté camino de la larga noche, dónde el reloj ya solo contará las horas perdidas.
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