Por Pau Morata
Palma. 4/10/10.- Pasé parte de mis semi-vacaciones veraniegas en el sur de Mallorca analizando una gran cantidad de recortes de prensa sobre la reforma de Playa de Palma. Una utopía tan deseable como inviable y tardía. Y hojeé y ojeé, además, dos llamativos libros con una agotadora relación de propuestas, de dudosa viabilidad más allá del papel que –como se dice- ‘lo aguanta todo’. En particular la jerga habitual de los profesionales de la consultoría, cuyas propuestas suenan tan genéricamente bellas como carentes de concreciones. Lamento ser tan duro y directo, pero el proyecto del consorcio de esa zona turística me parece artificioso.
De él han sacado y sacarán provecho quienes cobran del consorcio así como quienes ya han recibido encargos de imagen, estudios, informes, asesoramientos, etc. Mucho ‘papel’ relacionado con ese proyecto a casi todas luces inviable porque de tan ambicioso que parece, menos realista y posibilista es.
Incluso si se obtienen e invierten sin desviaciones los 1.200 millones de euros estimados o presupuestados en inversiones públicas y los más de 2.000 millones privados, esto apenas aportaría el equivalente a un chorro de agua en una balsa de aceite. El aceite seguiría predominando por mucha agua introducida bajo él. Vamos, que la utópica reforma de Playa de Palma no significaría ‘la’ solución a la crítica relación oferta-demanda existente en el turismo de masas en Mallorca. Por desagradable que suene, y no por esto se debe silenciar. Leí, en verano, y comparto calificativos igualmente duros del cónsul de Alemania y buen conocedor previo de la isla como turista, para quien el ‘problema’ del turismo mallorquín es que no ha visto cambios con el paso del tiempo salvo en los precios: “hay los mismos bares, los mismos hoteles, la misma oferta que hace 20 años, sin desarrollar, pero la misma copa de jerez, en el mismo bar, que antes costaba 200 pesetas, ahora cuesta 4 euros”, dijo.
Como en toda generalización, caben excepciones, pero las excepciones confirman la regla. Me quedo con la observación de esta persona que tanto en su vida personal como en la profesional de los últimos años por su tarea consular conoce bien la oferta turística mallorquina y sin los corsés de la visión endogámica de quienes hablan de revitalizar aquella zona, que padece un mal que por mucha reforma e inversión no cambiará un aspecto clave: precios extra-hoteleros elevados, que responden en parte a costes elevados.
Precios altos que restan competitividad no ya a Playa de Palma sino a toda Mallorca ante destinos que, ahora, son más atractivos para la demanda. Precios elevados en la isla, que se deben al buen nivel de vida de la población insular, al coste añadido de la insularidad… y también a la codicia de algunos entre quienes -por ejemplo en esos veinte años citados por el cónsul alemán- han ido subiendo los precios de esa “copa de jerez”. Entiéndase: de los consumos extra-hoteleros, sin apenas destinar parte de los beneficios obtenidos a modernizar su oferta o a reservas voluntarias. Al contrario, haciendo nuevas inversiones cada vez menos oportunas por rebasar los límites de rentabilidad futura, o simplemente gastándolos en ostentosos signos externos de riqueza.
Playa de Palma, aún si se cumpliese el proyecto de reforma, sería un oasis en el desierto de los precios extra-hoteleros. ¿O, acaso, no es por este motivo por el que en los mercados emisores tanto los consumidores vacacionales como los TT OO exigen que aquí haya más y más oferta de alojamiento todo incluido o se van a Turquía?
Preferente.com Diario para profesionales del Turismo