Por Marga Albertí
1/2/11.- Creer que el sector turístico español puede realmente beneficiarse de los disturbios políticos de Egipto y Túnez es ver la botella medio llena. Tal vez forme parte del forzado optimismo que se respiró en Fitur y hacia el que se muestra tan crítico Álvaro Midelmann, y como él cualquiera que no se conforme con el argumento de recuperar turistas a costa de las desgracias ajenas. Pero es además una expectativa que no tiene en cuenta la imagen completa. El conflicto que se ha desatado en los países árabes no sólo no nos beneficia, sino que en cualquier momento puede pasarnos por encima en plan apisonadora si a consecuencia del temor a que los disturbios se extiendan a Oriente Medio el precio del petróleo sube lo suficiente -ya lo está haciendo- como para cortocircuitar las expectativas de viaje en todo el mundo. Porque es el desempleo y la pobreza lo que ha hecho estallar el equilibrio en estos países, mucho más que la falta de libertades políticas. No es tampoco una de esas guerras de religión que tan ajenas nos resultan a los occidentales, sino una réplica nada poética del ‘efecto mariposa’: en Chicago un banco concede una hipoteca ‘subprime’ y en El Cairo los tanques salen a la calle, dos o tres años de crisis mediante. Lo que significa que estamos todos en el mismo barco. Irlanda y Grecia han caído a nuestro estilo, y Egipto y Túnez lo están haciendo al suyo. Es cuestión de latitud y temperamento. En España lo mejor que podemos hacer es poner las barbas a remojar, dejar de exhibir actitudes insolidarias y rezar para que no suba el petróleo.
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