Por Marga Albertí
1/12/10.- Los jueces se están ocupando de dejar a Gerardo Díaz Ferrán fuera de juego -es decir, de ponerlo en su sitio- con durísimas medidas cautelares que hablan por sí solas de lo que puede ocurrir de haber sentencias firmes desfavorables. Pero por sugerente que sea el final de una de las personalidades empresariales más fascinantes de los últimos años en España, esta partida no termina aquí. Queda por conocer lo mejor, el epílogo, lo que ocurrirá con aquellas de sus empresas que aún mantienen el tipo, y en particular con la hotelera. Aunque DF no tardó un minuto en lavarse las manos sobre el futuro de su imperio turístico una vez firmada su venta, cuando ya estaba en caída libre, la Justicia está dejando claro que la mala gestión no tiene solución de continuidad cuando se trata de eludir responsabilidades y, no menos importante, que tan comprometido está el antiguo propietario del Grupo Marsans como el nuevo. En esta dirección se pronunció en noviembre la jueza Ana María Gallego en un contundente auto que despejó toda duda acerca de una supuesta tibieza de los administradores concursales hacia Posibilitumm Business. Para los desmemoriados que no creían que se estuviera cumpliendo un guión concebido de antemano, pareció que durante los meses posteriores a la compra del Grupo Marsans la fama de encantador de serpientes de Ángel de Cabo surtía efecto, que un plan de viabilidad era posible y que la situación económica se reconducía. Pero su reputación de ‘enterrador de empresas’ se sobrepuso, comenzaron a llover los EREs, cayó la joya de la corona y llegó el primer aviso cuando ‘Ángel sin miedo’ -como le bautizó ingeniosamente un medio informativo a raíz de su decisión de denunciar a los mismísimos bancos acreedores- fue apartado en octubre de la gestión de las sociedades concursadas. Nada llamativo, con todo, puesto que según la jueza no se acreditaba que los gestores no hubieran procedido adecuadamente y su decisión casaba con la petición de liquidación anticipada de Viajes Marsans. El auto de noviembre puso fin a las ambigüedades y el palo a la gestión de los nuevos fue sin reparos, pero sólo se sorprendieron los crédulos. Pocas veces un imperio empresarial se ha desmoronado con tan poca elegancia. De Cabo quiere ahora denunciar a los propios administradores concursales y cabe preguntarse si la incapacidad patológica de Díaz Ferrán para reconocer su derrota corre también por las venas del empresario valenciano. O es que tal vez no entraba en su guión verse de golpe sin derechos de cobro y con los bienes embargados, como no entraba tampoco en el de Díaz Ferrán. A juzgar por lo mucho que tienen en común, siempre podrán consolarse mutuamente.
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