Por Tomás Cano
7/4/11.- La vida es como la música, debe componerse con el oído, el sentimiento y el instinto, no mediante reglas.
En Estados Unidos y por simpatía el Reino Unido, acaparan un debate profundo sobre la creación de diferentes clases en los aviones. Me explico: sección de gordos, viejos, familias con niños y un largo etcétera.
Comprendo que volar es cada día más estresante, pero en Estados Unidos se están produciendo hechos alarmantes, con la creación de nuevas reglas para volar, si estás gordo debes pagar dos asientos, o simplemente no te dejan embarcar.
Las compañías aéreas necesitan recaudar el máximo y cobrar por cualquier cosa, vamos camino de que pagaremos por estar gordos, por ser alto, por ser mayores, por viajar con nuestros hijos porque golpean el respaldo del asiento delantero, o simplemente porque gritan y juegan. Los americanos, que son únicos para ello, ya se están planteando dividir en secciones el avión para poder dar cabida a todas estas personas, cobrando claro. Hasta dónde llegaremos, pues yo veo claro que la ventaja de la sabiduría sobre la necedad es como la luz sobre las tinieblas. El sabio tiene ojos en su cabeza y el necio camina en la oscuridad.
Nunca creí que en el sector del transporte aéreo después de convivir cuarenta años en él hubiera tal cantidad de necios.
Pero tenga claro que dentro de poco nos cobrarán por el color de la piel, o por lo menos intentarán convertir nuestra piel en tiras, porque pagar ya pagamos una pasta. Mi recomendación es ponernos a dieta hasta alcanzar la talla 44 y los niños y ancianos dejarlos en casa.
Hablando de gente mayor, esto me recuerda que en un vuelo de una compañía que no voy a nombrar, el comandante hizo una toma muy dura, en fin un desastre.
Como la norma de la compañía después del aterrizaje era que el comandante despidiera a los pasajeros, el hombre estaba preocupado por que alguno de sus pasajeros no le increpara por su aterrizaje. Lo cierto es que los pasajeros fueron abandonando el avión correctamente y se despedían cortesmente, cuando ya prácticamente habían abandonado el avión, la ultima pasajera era una señora mayor que con paso muy lento y acompañada de un bastón se acerco al comandante y le dijo: Dígame, comandante, ¿hemos aterrizado o nos han derribado?
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