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EDICIÓN ESPAÑA

La ausencia solo engendra nada

 

Tomás CanoPor Tomás Cano

Palma. 23/05/11.- Esta historia transcurre en Amman, capital de Jordania. Allí vivía un  joven llamado Ahmed en compañía de su madre en uno de los barrios antiguos de esa ciudad.

Ahmed tenía 25 años, había estudiado medicina y exultaba alegría por todos los poros de su cuerpo, ya que había conseguido, por fin, una beca para estudiar en Estados Unidos. Sus sentimientos estaban divididos entre la felicidad de aquella gran noticia, que le brindaba la oportunidad de alcanzar un futuro mejor, pero el sabor era agridulce porque sentía tristeza por abandonar su tierra natal, y en especial a su anciana madre.

Aquella era su última noche en Amman y quiso pasarla con sus compañeros y amigos, lo que se convirtió en una larga y calida despedida que duraría hasta bien entrada la noche.

Regresó a su casa y durmió serenamente, cargado de esperanzas. Amaneció a las pocas horas de acostarse, su madre se levantó y como acostumbraba a hacer todos los días se dirigió a su trabajo, cosía en un local cerca de su casa. El aeropuerto también vivía el amanecer, con esa actividad frenética que generalmente tienen todos los aeropuertos del mundo.

El Boeing 707 con destino a New York, estaba en el parking número 12 y en el se encontraban los mecánicos que finalizaban la daily check, la tripulación del vuelo llego puntualmente y la carga del combustible había finalizado. Mientras tanto, en la terminal, los primeros pasajeros del vuelo empezaron a llegar y ser facturados, poco a poco todas esas piezas que hacen posible que un avión pueda despegar se iban cumpliendo. La tripulación estaba lista y el avión también, y los pasajeros fueron embarcados a tiempo para salir en hora. El comandante del vuelo una vez finalizado el embarque pidió permiso para rodar hasta la cabecera de pista. Pasados unos minutos el control los autorizó a despegar hacía su destino. El avión se desplazó velozmente sobre la pista hasta que alcanzó su velocidad de despegue, la torre lo despidió y le comunicó que contactara con el centro de control. Durante el proceso de ascenso el avión desapareció del radar. Al cabo de unos minutos el control declaró el estado de emergencia y los peores augurios se convirtieron en realidad, el avión había desaparecido en pleno vuelo.

Mientras tanto, en la ciudad, todo continuaba con la habitual monotonía de cualquier otro día. La madre de Ahmed se hallaba cosiendo en el pequeño local dónde trabajaba, y en el que tenían un pequeño televisor. De pronto no pudo apartar sus ojos del mismo cuando en directo empezaban a llegar las primeras imágenes de la catástrofe.

Dejó su maquina de coser y todo su cuerpo se estremeció, a los pocos minutos su primera reacción fue levantarse y salir de forma enloquecida hacia su casa, su pecho, lo notaba que estaba oprimiéndole y sudaba copiosamente, cuando llegó a la puerta de su casa no podía abrirla, sus manos temblaban, cuando por fin consiguió abrirla, vio que el equipaje de Ahmed estaba todavía en el salón. Aún en esos momentos de confusión comprendió que su hijo había perdido el avión y de repente le invadió una sensación de cierta tranquilidad, corrió hacía la habitación dónde dormía su hijo gritando su nombre ¡Ahmed, levántate quiero que veas lo que ha pasado con tu vuelo¡, pero por más que gritaba su hijo no respondía, cuando abrió la puerta de la su habitación, vio que su hijo estaba en la cama y se acercó para acariciarle y abrazarle y decirle en palabras que le salían a borbotones  de su corazón que se había salvado de aquella tragedia. Pero cuando lo tuvo en sus brazos se dio cuenta de que Ahmed había muerto.

 

www.tomascano.com

 


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