La culpa es de los muertos

 

Por Tomás Cano
Ha sido llamativa la publicación y entrega del informe sobre el accidente de Spanair justo cuando se cumple el aniversario. Tengo algunas preguntas que no puedo dejar de repetirme: ¿Ha sido intencionado la entrega del dossier en estas fechas?

¿Por qué al final la culpa es de los muertos? ¿Por qué se van de rositas los vivos llámense fabricante, y un largo etcétera?

No me extraña que para el juez de la causa sea muy complicado cerrar este caso, hay demasiados intereses implicados.

Lo cierto es que al final, las victimas se han quedado solas, incluyendo a los   profesionales que pilotaban el avión y la tripulación auxiliar.

En mi modesto entender, la publicación de este accidente beneficia a unos y perjudica a otros, en especial a aquellos de los que no podemos oír su voz y nunca más lo haremos.

Soy consciente de que los allegados a las victimas están sufriendo y sufrirán las secuelas de esta desgracia durante muchos años, por no decir toda una vida, pero así es el mundo de los vivos y de algunos muy vivos.

Sólo me queda dedicarles unas palabras con la mayor humildad a aquellos que perdieron un ser querido en Barajas. No son mías sino de Walt Whitman: ¿Cómo habré de entonar mi canto para ese muerto que yo amaba? ¿Y cómo habré de adornar mi canción para la gran alma afectuosa que se ha ido? ¿Y cuál será mi perfume para la tumba de aquel al que amo? Vientos marinos que soplan del este y del oeste, soplan del mar oriental y soplan del mar occidental, hasta  que se encuentran allá en las praderas éstos y con éstos y el aliento de mi canto, perfumaré la tumba de aquel al que amo”.