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EDICIÓN ESPAÑA

La diáspora

 

Tomás CanoPor Tomás Cano

Palma. 16/08/10.- La diáspora es la dispersión de grupos étnicos que han abandonado su lugar de procedencia originaria. Una de estas tardes de este caluroso verano y que ya guardo en el recuerdo, se juntaron en mí dos hechos que están afectando muy de cerca a muchas familias y que tiene que ver con muchos sectores laborales, pero que personalmente yo vivo de cerca en el turismo: la diáspora y la generación perdida.

 

Con lo de la generación perdida no me refiero a la de notables escritores norteamericanos como Ernest Hemingway, John Dos Passos, y un largo etcétera, como la llamó Gertrude Stein, en la que estos escritores vivieron en Paris. He utilizado la diáspora y generación perdida porque ambas palabras se unen o tienen en común a la gente joven, a las nuevas generaciones que se encuentran ante la imposibilidad de encontrar trabajo y deben ir al exilio, como pueda ser Oriente Medio para trabajar en Qatar Airways y alguna más, y también a aquellos que se han rendido ante la evidencia de no encontrar más que trabajado para ganar entre 800 y 1.000 euros, trabajando por ejemplo en el handling del aeropuerto en dos compañías distintas, léase Acciona, Iberia, Air Europa, cualquier combinación es valida, para conseguir alcanzar la cifra que les he mencionado, haciendo imposible que estos jóvenes tengan la oportunidad de salir de la pobreza. Estos jóvenes que deberían ser el motor del desarrollo económico, sino encuentran una solución a su problema puede menoscabar la estabilidad social de todo el mundo, y yo me pregunto,  ¿quién tiene la culpa de todo esto? ¿el modelo productivo? Estas palabras abarcan las empresas, sus políticas y sus directivos que son de donde emanan estas políticas, o doctrinas productivas.

 

“Es injusto que una generación sea comprometida por la precedente. Hay que encontrar un medio que preserve a las venideras de la avaricia o inhabilidad de las presentes”. Estas no son palabras mías sino del Emperador francés Napoleón.

 

Creo que la diáspora y la posibilidad de encontrarnos de hecho con una generación perdida es un hecho contundente en nuestro país, Europa y el resto del mundo. Cuando nacemos, lo hacemos con las manos cerradas, los puños prietos, cuando dejamos esta vida lo hacemos con las manos abiertas. Los jóvenes no deberían dejar de apretar sus puños para conseguir un mundo mejor, pero difícil lo tienen si los que ya estamos de paso no les dejamos algo mejor o por lo menos algo parecido a lo que nosotros encontramos en nuestra juventud, un mundo con posibilidades de hacer realidad sus sueños.

 


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