NEWSLETTER | PUBLICIDAD | | VISTA MÓVIL
EDICIÓN ESPAÑA

La elocuencia de la creación

 

La elocuencia de la creaciónPor Tomás Cano
17/05/10.- Viajo y sigo conociendo a personas, gente buena y que no lo es tanto, cuanto más hago el ejercicio de entenderlas más se aferra en mí la creencia sobre el hecho de que Dios tiene atadas las manos sino cuenta con la colaboración humana para hacer de este mundo algo mejor.

 

Me digo a mí mismo todas las mañanas que no puedo perder la fe en la humanidad, pero no dejan de repicar en mi cabeza las palabras de Dostoievski: “Amo a la humanidad, pero para sorpresa mía, cuanto más quiero a la humanidad en general, menos cariño me inspiran las personas en particular”.

 

Recientemente hablaba con el presidente de un gran grupo turístico, que posee una línea aérea, y me decía que cómo es posible que uno intente una y otra vez crear compañías aéreas o simplemente trabajar en ellas; las compañías aéreas son para los pilotos y ellos las dirigen, me manifestaba sin pudor, ya que olvidaba que todo su grupo ha conseguido alcanzar el cénit gracias a esa pequeña empresa aérea con la que empezó. He descubierto detrás de estas palabras que las raíces de nuestra vida están muchas veces podridas y que la base de nuestra sociedad está corrompida por la mentira, el odio y la calumnia, que es la venganza de los cobardes.

 

Me resulta difícil a medida que pasan los años comprender a la humanidad. Yo creo que es tarea imposible. Cuando uno ha conocido a pilotos a los que se les ha aparecido la muerte en los momentos más difíciles del ejercicio de su profesión, pero en cambio manifiestan que no creen en Dios, me cuesta, me cuesta mucho comprender, tal vez me hago viejo y mis neuronas ya no funcionan como antes.

 

Al final reflexiono y me repito constantemente a mí mismo: “Dichosos los que son suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio: serán apreciados por ello”. Tomarse en serio uno mismo, qué gran verdad, cuántos hemos pasado por ello y cuántos pasan por ello en estos momentos, cuando en el fondo no somos más que seres humanos que deberíamos interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aun contra las apariencias.

 

Este es un país de mala leche, cuando alguien tiene gastado el prestigio propio se afana en cuidar de la infamia ajena. Otro alto directivo del transporte aéreo español me comentó que cuánta gente me odia en este país y en este sector aéreo, y yo sólo pude contestarle que cuanto más pequeño tienes el corazón, más odio albergas.

 

Es cierto que mi vida esta llena de altibajos, de momentos de fortuna y de infortunio, desesperación llegando al borde de la enfermedad. Un ingeniero aeronáutico me llama por teléfono y me cuenta que el salvó a tal y cual compañía aérea y que nunca se lo han reconocido y él en cambio se siente merecedor de una medalla o reconocimiento oficial. A este buen amigo no me quedó otro remedio que contestarle con una frase que leí hace años: “Amigo mío, consentir que nos condecoren es reconocer al Estado o al príncipe el derecho de juzgarnos, y eso para mí no tiene valor alguno”.

 

Al final lo que ha dejado huella en mí fueron las palabras de Miguel de Cervantes: “Qué locura o qué desatino me lleva a contar las ajenas faltas, teniendo tanto que decir de las mías?


    Acepto la política de protección de datos - Ver


    Noticias relacionadas



    Encuesta

    ¿Cree que Trump traerá más bondades o más perjuicios al turismo español?

    Ver Resultados

    Cargando ... Cargando ...




    Revista Preferente | REPORTUR | arecoa.com | Desarrollo
    Aviso Legal Política de Privacidad RSS Condiciones de suscripción Política de cookies