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EDICIÓN ESPAÑA

Muerte consumada

 

Raúl HuertaPor Raúl Huerta

32 días por año trabajado y todos a la calle. Así acabarán los trabajadores de Marsans toda vez que sus representantes han dado el visto bueno a la propuesta lanzada por los dueños. Ya está. El 31 de julio esta agencia centenaria cerrará sus puertas para siempre. Sólo ha costado mes y medio. Y todos se irán de rositas. Tanto los antiguos dueños como los nuevos. Éstos, una vez que hayan vendido lo poco quede, buscarán una nueva víctima a la que engatusar. La técnica es sencilla: presentarse como expertos en la gestión de empresas en crisis y prometer que ellos salvarán la empresa. ¿Qué han hecho en este mes y medio? Muy simple: salvar de la quema pública al presidente de los empresarios para que el cierre de la empresa no le salpicara demasiado; deshacerse de los pocos bienes que la empresa aún no tenía embargados o hipotecados para ganar algo de dinero con la operación; y, por último, declararse insolventes para poder presentar un ERE y que no cueste dinero despedir a los trabajadores, que para eso está Papá Estado. La técnica es infalible, y cuanto más se practica, más soltura se coge. Seguro que en la próxima empresa en la que desembarquen estos liquidadores no les llevará más de un mes. Es la ley de la jungla, del todo vale. Mientras que más de 1.400 trabajadores se quedan en la calle (no olvidemos que Marsans facturó en 2007 más de 1.000 millones de euros) hay varios tiburones de traje y corbata que se van con los bolsillos bien llenos y con vía libre para seguir ‘salvando empresas’.


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