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EDICIÓN ESPAÑA

Oasis y Globalia

 

El indiscretoPor Salvador Howard

Por más que intercedan los más prestigiosos hombres y nombres parece que lo de Globalia y Oasis es una disputa sin final y ya se sabe que cuanto más tiempo dura la disputa, más lejos nos hallamos del final.

Conozco bien a Pedro Pueyo, él es un hombre de palabra, de ideas claras, mientras estuve con él en Oasis pude comprobar su carácter, difícil de doblegar sobre todo cuando lleva razón.

No conozco tan bien a Juan José Hidalgo, por lo que no puedo opinar, pero si se empeña en decir que su palabra es lo que basta y es garantía suficiente, recuerdo  que alguien dijo que la mejor forma de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás.

Hay algunos hombres que poseen un abismo de codicia y les gustaría engullir toda la tierra, sobre todo cuando posee poder, pero parece que para alguno no es bastante, ya que Dios tendría que crear nuevos mundos si pretendiera satisfacerlos constantemente. Todo esto no es más que la vanidad de los deseos humanos, vanidad y anhelo de viento, esto es lo que encontrarán algunos que se empeñan en tener razón siempre.

Para mi Pedro Pueyo es Aquiles e Hidalgo Héctor, personajes de Homero, pero que solemos encontrar en esta vida cotidiana, en especial entre los hombres de negocios o empresarios o, en algunas ocasiones, entre gentes comunes que se empeñan en lo imposible, y Héctor sabía cual iba a ser su fin, o por lo memos lo sabía Homero, su autor.

Siempre tengo en mi memoria las palabras que de joven leí y que para mí tienen mucho de sabiduría.

Cualquier cosa que este a tu alcance hacerla, hazla según tus fuerzas, medidas siempre frente a tu adversario, porque no existe para los humanos obra ni razones ni ciencia ni sabiduría allí dónde nos encaminamos al envejecer.

He visto además que bajo el sol no siempre es de los ligeros el correr ni de los esforzados la pelea: como también hay sabios sin pan, como también discretos sin hacienda, como también hay doctos que no gustan, pues a todos les llega algún mal momento. Y los malos momentos hay que aceptarlos como vienen, porque lo torcido a veces no puede enderezarse.

A veces, huir del temor de un mal final es sabiduría, al igual que huir de un mal que puede poner en peligro nuestra propia empresa personal, es la inteligencia.


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