Por Tomás Cano
Palma. 27/09/10.- Llevo más de diez años oyendo y leyendo sobre el ocaso del Puerto de La Cruz. Siempre las mismas personas, ya sean políticos, o empresarios, todos quejándose de lo mismo, del “declive”, y siempre he escrito lo mismo como réplica a esas afirmaciones, que hay que evitar que ese maravilloso enclave que conforma la Orotava y el Puerto, desaparezca.
Podría decir de todos estos personajes en general, que ya deberían haber frenado el declinar de ese destino turístico. El famoso paquete de medidas para rehabilitar la ciudad, el puerto deportivo, el funicular hasta La Paz, y un largo número de medidas que se quedan año tras año en palabras y buenas intenciones que se las lleva el viento. No quiero hablar de las personas involucradas en esta ocasión y menos hacerlo con pluma y tinta.
Las autoridades, como los empresarios, andan como las olas del Atlántico que baña nuestras costas, subidos todos ellos en las olas de ese mar, agitadas por el viento y llevadas de una parte a otra.
Estoy seguro que entre estas personas las hay con fe suficiente para atajar el problema, pero no basta la fe, hacen falta obras, si no tiene obras la fe esta muerta.
Sirven de muy poco sentarse en estos seminarios con los grandes touroperadores europeos o españoles, organizados por revistas especializadas o por los propios empresarios, porque al final todo son buenas palabras, llenas de vacuidad. ¿De qué sirve hablar con los grandes operadores, cuando sus intereses están en otras partes? De nada.
El esfuerzo comercial y de marketing de esta ciudad debe estar orientado y abierto a todo el mundo, está muy bien que cuidemos con esmero a nuestros clientes alemanes, ingleses, escandinavos y españoles, pero el mundo del turismo no se acaba con ellos.
Es indiscutible que el Puerto necesita de un plan de rehabilitación, pero también necesita abrirse a nuevos mercados, por ejemplo el de Estados Unidos, Canadá, Brasil… Se da la circunstancia que una ciudad como Halifax en Canadá, ciudad dedicada a la pesca, en invierno no pueden faenar y Halifax dista de Tenerife a no más de cinco horas y, por cierto, fue un mercado cautivo de Canarias hace años.
Desde mi humilde punto de vista y dentro de esa acción específica de marketing hay que crear también nuestros propios touroperadores. Pero tan importante como estos agentes de venta del destino, lo es el transporte. Tenemos que aliarnos con las compañías aéreas, sobre todo teniendo en cuenta que Canarias es un archipiélago en medio del Atlántico. Sin transporte no hay futuro, así como sin instalaciones adecuadas no hay destino.
Déjenme que les comente una anécdota que me ocurrió, allá por los años noventa. Fui contratado por el Grupo Oasis, mi labor al igual que la de otros muchos gestores era llenar nuestros hoteles, para ello fue de vital importancia tener un medio fundamental que era el transporte, nosotros en Oasis contribuimos al igual que otros muchos a que Cancún sea hoy un destino de referencia. Cuando tuvimos arreglado el transporte compramos el touroperador Club America Vacations, operador turístico volcado en el Caribe y con base en Estados Unidos, eso fue lo mejor que pudimos hacer.
Yo creo en la ambición de las gentes del Puerto de hacer algo que rehabilite el destino, porque no hay en el mundo una combinación como la de la Orotava y el Puerto, y esa ambición es legítima, porque la ambición tiene un fundamento, la esperanza en mejorar económicamente y hacer viable el destino, el optimismo sano, la confianza sin engreimiento, la seguridad de que nuestros honrados esfuerzos han de abrirnos paso en el camino a la rehabilitación del Puerto de La Cruz y así alcanzar la meta de nuestros propósitos.
La ambición es la espuela que mueve a luchar contra el destino, es el incentivo, para hacer grande su realización. No es un crimen el fracaso, sino la rastrera ambición, que impide que los mejores lleven a cabo la tarea de devolver el esplendor al Puerto de La Cruz.
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