Por Vivi Hinojosa
11/02/2011.- Cuando creíamos que Egipto iba a seguir los pasos de Túnez confirmando que, aunque sólo en contadísimas ocasiones, la voz del pueblo, con el apoyo de la presión internacional, puede llegar a ser más poderosa que gobiernos que se aferran al poder después de tres décadas, asistimos a un nuevo capítulo de un culebrón con un final cada vez más incierto. Mientras, los desvíos de turistas que inicialmente habían optado por viajar a ambos países, dos de nuestros grandes competidores, representan un balón de oxígeno para la crítica situación turística de Canarias que, con un 30 por ciento de paro, ha perdido en los últimos diez años dos millones de viajeros.
Por eso no consuela saber, o al menos no debería, que gracias a esos desvíos van a llegar al Archipiélago 300.000 nuevos visitantes. Primero, porque son unos turistas “circunstanciales” que no han elegido viajar a Canarias por sus innumerables atractivos debidamente promocionados, sino por una causa ajena a su voluntad. Pero sobre todo porque cuando estos países estabilicen su situación y se calme el estallido social, que tarde o temprano lo hará, casi da miedo pensar en las agresivas estrategias que llevarán a cabo para recuperar mercado con caídas de precios casi suicidas pero asumibles gracias al apoyo de sus respectivos Gobiernos, como ya ha ocurrido en otras ocasiones.
Por tanto ha llegado el momento de trabajar más duro que nunca para fidelizar a esos nuevos turistas y recuperar el mayor número posible de esos dos millones perdidos en la última década, ofreciéndoles una relación calidad-precio inmejorable. Porque si no, el efecto de la crisis del Magreb en Canarias sólo habrá sido pan para hoy y hambre para mañana.
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