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Por Fernando Urrea
Madrid. 2/03/10.- A raÃz de la muerte del opositor cubano Orlando Zapata, algunos comentaristas de prensa y radio intentan sembrar en la opinión pública la idea de que los inversores españoles en Cuba son colaboracionistas y hasta cómplices del régimen castrista. Ante un planteamiento tan simplista quizá no merezca la pena ninguna contraopinión, pero tampoco conviene callar por si alguien entiende que siempre el que calla otorga. Cuando un empresario abre un hotel en China, Moscú, Washington, Tel Aviv, Egipto o Venezuela nadie con dos dedos de frente se plantea que al inversionista le mueven criterios ideológicos o de afinidad polÃtica. Le mueven, simplemente, objetivos de rentabilidad económica.
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Curiosamente, en el caso de la inversión en Cuba se da el caso de que los hoteles son del Estado cubano, no de los empresarios españoles, que es cierto que contribuyen en algunos casos a la construcción, pero siempre con la condición de llevar los establecimientos en régimen de sociedad mixta, de concesión, gestión o management. Jamás en propiedad. Pero resulta ya tedioso tener que subrayar que invertir en Cuba es crear puestos de trabajo directos e indirectos, atraer turismo que deja divisas, contribuir a que la población pase menos hambre y menos restricciones. Y los empresarios los harÃan y lo harán con cualquiera que sea el color del Gobierno. Y el turismo está contribuyendo a que los cubanos, desinformados, despierten. Sin la inversión y la ayuda exterior, Cuba se hubiera muerto.
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