Por Marga Albertí
5/5/11.- Qué campaña nos espera, porque si algo revela el ministro Miguel Sebastián con su menosprecio hacia el aeropuerto de Castellón es que las elecciones locales están encima. El rigor de los discursos se debilita más que nunca y nos exponemos a todo tipo de mensajes incoherentes con riesgo de que se nos salte la tapa de los sesos. El aeropuerto Costa Azahar es criticable y hasta esperpéntico tal y como se ha planteado, pero no menos que otros aeródromos nuevos que tampoco arrancan y pagamos entre todos (o acabamos haciéndolo antes o después). El de Huesca, por ejemplo, sin vuelos ni pasajeros y solo frecuentado por los residentes los fines de semana por el buen servicio que ofrece su restaurante. O el de León, una apuesta personal del leonés Zapatero pese a que nunca será rentable. O el concursado de Ciudad Real, beneficiario de ayudas multimillonarias de la Junta de Castilla-La Mancha con un ERE en curso, la alargada sombra de la CCM sobre él y en plena desbandada de compañías. Por no hablar del de Lleida, que si no ha despertado aún la mordacidad del ministro será porque no olvida que fue el propio PSC el que lo puso en marcha, o porque CiU siempre termina por ser la llave de algo en Madrid. O de la competencia que se hacen entre sí los aeropuertos gallegos, alguno recientemente ampliado y algún otro en vías de ampliación. En definitiva, todas las comunidades quieren que el turismo convierta estas instalaciones en motores económicos. Pero los resultados son los que son y la consecuencia de esta política comprensible pero poco razonable se observa en la prisa del Gobierno por desprenderse del pozo sin fondo que es AENA, y en las dificultades para conseguirlo. Lo que irrita es la simplicidad de convertir el argumento en arma arrojadiza cuando el PSOE es el primero que no aparta la vista de los réditos políticos del transporte aéreo. Lo de Castellón es una cuestión de siglas. ¿A quién quieren engañar?
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