Por Marga Albertí
27/4/11.- El candidato del PP a la alcaldía de Barcelona se propone marcar distancias con sus oponentes sobre el futuro de las ayudas públicas a Spanair, pero no lo consigue. Las instituciones catalanas han dicho siempre que las subvenciones-inversiones son circunstanciales y que se retirarán en cuanto la situación económica de la aerolínea lo permita, si es que eso llega a suceder algún día. Guste o no, la ayuda a Spanair es una apuesta estratégica, como bien dice Alberto Fernández para justificar su apoyo. Y guste o no, la unanimidad de los candidatos catalanes es absoluta. No era de esperar que en el mundo político la cuestión se interpretara de otra forma, y mucho menos en tiempo de pre-campaña. CiU parecía reacia a prolongar esta clase de ayudas sin fondo al sector aéreo, pero por ahora este rigor solo llega al aeropuerto de Lleida. Spanair está llamada a convertirse en símbolo de afirmación nacional, si no lo es ya, y no hay candidato que resista semejante perita en dulce. Los empleados saben mucho de cómo se está llevando a cabo este proceso traumático, cómo se arrancó la compañía del aeropuerto de Palma y se trasplantó a Barcelona para liderar la aventura del ‘hub’. Cuántos quedaron en el camino y qué extraña es la estrategia elegida para hacerla despegar. Creer en su futuro es cuestión de fe y patriotismo. Y lo segundo es lo único que diferencia a Cataluña de la mayoría de gobiernos regionales en esta fiebre hirviente por atraer a compañías aéreas en sus territorios. Aunque también habrá quien entienda la aspiración a la prosperidad económica como otra forma de patriotismo, o recuerde que cuando el patriotismo entra por la puerta, la razón sale la por ventana. Por lo demás, la apuesta es idéntica y el dinero -sin eufemismos- circula en la misma dirección.
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