Por Tomás Cano
26/11/10.- En estos últimos años se ha producido un deterioro en las relaciones entre las compañías aéreas y sus pilotos y no hablo de las laborales, no solo monitorizando sus operaciones y haciéndolos volar escasos de combustible en algunos casos, sino lo que para mí es todavía más grave, se está intentando menoscabar su responsabilidad a bordo del avión, salvo en general en los casos de los accidentes, que definitivamente ahí tienen toda la responsabilidad, porque lo más probable es que ya estén muertos.
Lee uno estupideces como que cualquiera, sea directivo o no, les llama la atención a bordo de sus aviones y se crean en las empresas problemas y tensiones que no deberían existir, como lo recientemente publicado sobre Spanair y algún piloto, o comandante. Las tensiones a bordo son muy poco recomendables.
Permítanme estos indocumentados que hoy dirigen algunas compañías aéreas recordarles unas palabras que siempre me repetía José Antonio Silva, mi querido y estimado amigo que ya no esta entre nosotros, y con el que tuve ocasión de coincidir en Air Europa.
En la vida de todo hombre hay siempre un instante decisivo, y probablemente en ese instante se escribe su futuro.
A menudo ese instante es una ínfima fracción de tiempo que incluso deja margen para la meditación, el análisis detenido de la situación y la medida decisión final, elaborada por una mente clara u ofuscada. Y lo que venga después será fruto de esa decisión.
Pero en aviación casi nunca le es concedido al piloto el tiempo suficiente para pensar. En aviación, el instante decisivo puede durar apenas unos segundos
En aviación, la decisión de un piloto puede transformar un problema leve en una tragedia si es equivocada.
Probablemente, solo el cirujano y el piloto manejan el débil hilo que abre y cierra la sutil frontera entre la vida y la muerte con tal intensidad, solo que al cirujano no le pasa nada, en el peor de los casos, porque esta en tierra.
Los pilotos son gente casi anónima, que en el trabajo diario de su oficio, en sus cabinas, en sus cursos de entrenamiento y capacitación, en el oscuro ejercicio del pundonor que hace a un hombre mejor cada día afrontan las dificultadas y los problemas de un entorno siempre cambiante – cada vuelo es siempre diferente al anterior, aunque el trayecto sea el mismo-.
En la aviación no hay lugar para la gloria y el oropel, sino el máximo de eficacia, la más alta cota de seguridad posible.
Al final el piloto lo que hace entre otras muchas cosas es llevar gente a conocer a otra gente, haciendo posibles abrazos, caricias y cariño, borrando nostalgias y ausencias. Entre todos han hecho el mundo más pequeño. Ya no existe el “allende los mares”, sino unas pocas horas de distancia, prácticamente todos ellos han vivido un instante decisivo.
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