Por Fernando Urrea
20/4/11.- No por repetido deja de sorprender. El incremento del número de vuelos y pasajeros transportados por las compañías de bajo coste va en aumento mes tras mes, año tras año, y ya supera ampliamente el tráfico de regulares y chárter en los aeropuertos españoles. Y conforme sube su posición baja el grado de prevención y hasta de rechazo con el que algunos sectores acogieron ese fenómeno imparable de las low cost en su conjunto, aunque haya alguna marca infumable. Claro que el mundo del turismo ha ido comprobando que hay una relación directa en el auge de estas compañías con los principales mercados que suministran turistas a España, como hay una relación directa entre compañías de bajo coste y aeropuertos españoles enclavados en las principales zonas turísticas españolas. Para bien o para mal, las low cost son un invento del turismo, porque sin turismo no habría low cost, como alternativa de precio y también como respuesta inteligente a la rigidez y selectividad de las regulares y al encorsetamiento de las chárter, copadas por las agencias. Había que inventar un sistema más directo y menos costoso para el viajero turista. Y ahí está. Ya empieza a no discutirse la calidad económica del usuario de low cost porque con un presupuesto ajustado, el viajero puede optar por gastar menos en gastronomía y más en hotel, menos en transporte y más en ocio. El bajo coste puede que sea más incómodo pero ayuda a la libertad. Y no tiene por qué suponer un enfrentamiento con el paquete turístico o el programa de agencia. Es otra historia, un hito en el desarrollo de transporte aéreo, que ha ampliado y dinamizado el flujo turístico. Habrá que convenir que ha sido un invento rentable.
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