Por Julia Verdú
22/7/11.- Lo único que le falta a Spanair es una rebelión laboral que acabe de dinamitar lo que alguna vez fue una exitosa compañía aérea. Con Iberia pisándole los talones en las rutas intercontinentales, los accionistas que no llegan y la Generalitat dispuesta –¡al fin!- a fiscalizar las ayudas que le concede, lo que menos hace falta ahora es un conflicto que repercuta en la atención directa al pasajero. Algo debe estar haciendo muy mal el equipo de Ferran Soriano para que con el paso del tiempo los problemas no hagan sino crecer y multiplicarse. Si al principio pudo despertar simpatía el proyecto de creación de la primera aerolínea de capital catalán, y fue saludado como una sana forma de estimular la competencia y de dar al aeropuerto de Barcelona el relieve internacional que merece, hace ya muchos meses que se ha transformado en un empeño estéril. La aventura de Spanair ya debería haber dejado atrás la tormenta que acompaña a todos los inicios para emprender un rumbo tranquilo. En definitiva, las metáforas se agotan para ilustrar esta especie de viaje a ninguna parte que sus directivos insisten en vender como si fuera la madre de todas las estrategias empresariales. Alguien debería buscar a Spanair una salida digna.
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