Eduardo Suárez del Real y Aguilera
Palma. 13/05/11.- Dentro de la pobreza dialéctica y de contenido que viene prologando a estas elecciones que se avecinan, los pechos de una candidata, menorquina, expuestos como razones de voto, son los argumentos más llamativos y sólidos que he encontrado en la presente campaña electoral, y esto, más allá del chiste, es realmente deplorable y preocupante.
Venga quien venga ya se puede ir, si en vez de coger el toro por los cuernos, lo sigue enfrentando con pinzas para depilar cejas. Nada cambiará si lo que tienen para ofrecer a su más importante industria, los programas de los posibles futuros gobiernos, es tan sólo y tan pobre de miras como una rebaja del IVA turístico.
Nada cambiará si en su discurso aceptan a la industria turística como un sector estratégico, pero no obran ni diseñan el futuro en consecuencia.
Nada cambiará si su punto de partida para reflotar la renta de España, no es otro que aceptar que el Turismo es hoy el mejor motor económico con el que cuenta el país; y que el resto de sus sectores productivos no ofrece un horizonte de recuperación tan seguro a medio plazo.
Nada cambiará si no se acepta que la experiencia turística que tiene España, es un capital que no se puede derrochar ni tirar por la borda, sino un bien patrimonial que se puede reinvertir con éxito.
Nada cambiará si los que deben de creer no creen que en el mapa productivo de España no se vislumbra actualmente un sector con perspectivas de crecimiento tan solventes como el turístico.
Nada cambiará si los que vengan no dotan al sector turístico con la estructura de un Ministerio de Turismo del siglo XXI capaz de ordenar, de organizar y de poner en valor de manera eficaz y eficiente el conjunto de sus riquezas: las que tiene España como cultura, como paisaje y como gastronomía, y las que ha creado un sector privado dinámico, expansivo, especializado y profesional, como pocos, en muchos sentidos.
Al frente del Turismo de España y de cada una de sus Comunidades, no hace falta un visionario; basta un gestor experimentado que no esté ciego ni deslumbrado por el brillo de su ego. Venga quien venga nada cambiará si no es capaz de verlo.
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