Por Fernando Urrea
21/3/11.- Todas las esperanzas turísticas están puestas en los incrementos, previstos e imprevistos, de los mercados alemán y británico en primer lugar y de otros de menor incidencia, pero probablemente el tapado de esta temporada y sobre todos de la próxima sea el mercado ruso. Las circunstancias energéticas negativas para la UE por los problemas en países productores y exportadores como Libia favorecen en exportación de gas y petróleo a Rusia, un país que no ha sufrido la crisis con tanta virulencia como los comunitarios, que tuvo el año pasado un incremento del PIB por encima del 4 por ciento, que aumenta la clase media y las capas sociales de alto poder adquisitivo. Si a la bonanza económica se suma que los rusos tienen cada vez más necesidad de lugares cálidos para combinar ocio y compras, está claro que centran en el Mediterráneo su objetivo más cercano y asequible. Si bien es cierto que las expectativas que generaron los países del este europeo en décadas anteriores han sido decepcionantes, con incursiones deficitarias de empresas españolas y con incrementos raquíticos de viajeros, probablemente sea el momento oportuno para lanzar campañas de promoción y resolver de una vez por todas los problemas de enlaces aéreos y obtención de visados. España, como destino que puede verse muy favorecido, debería presionar a Bruselas para conseguir mayor fluidez en el flujo de turistas. Probablemente sea el momento de volver la vista al este, a ese potencial mercado de largo recorrido, al que se le atribuye alta voluntad y capacidad de gasto.
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