Por Pau Morata
Barcelona. 14/07/10.- No me resulta grato tener que incidir en un tema como es el de los empresarios que dejan de serlo o que, sin dejarlo aunque acumulando problemas, morosidad y dejando impagos y cheques sin fondos a su paso, se aferran a cargos representativos de carácter patronal en los que parecen encontrarse tan a gusto que los anteponen en dedicación al cuidado de sus negocios.
Es ingrato tratar este tema, pero uno no resiste la tentación de preguntarse por qué razón una presidencia de una asociación posee tal atractivo –será la llamada erótica del poder, del poder patronal aquí y ahora- como para convertirse en una atracción fatal, para unos, y casi para otros.
Pensará algún lector que me estoy refiriendo al caso más conocido de cuantos han sucedido en España en muchas décadas, con esos personajes tan dados al protagonismo representativo a quienes en nuestro sector se les conoce por el apelativo de los ‘geos’. Pero no, si bien los tengo presentes en mi mente, no han sido solamente ellos dos –y su delicada situación- quienes me han motivado a escribir este comentario sino el hecho –sabido por quienes están en el ajo- de que no son una excepción. Porque, que yo sepa, hay al menos otros dos personajes con negocios principales turísticos, ubicados en diferentes partes del norte de la península –uno en la parte oriental, el otro en la occidental-, que llevan años acaparando y aferrándose a cargos presidenciales asociativos, gremiales o institucionales que les reportan un elevado protagonismo social, económico y sobre todo de relación con quienes están al frente de las instituciones políticas… mientras sus negocios atraviesan problemas serios a los que cualquier persona sensata que no se dejara llevar por tanto afán de protagonismo representativo prestaría atención plena o exclusiva. Son otros personajes que renuncian deliberadamente a aquello de zapatero a tus zapatos.
Resulta que en uno de los subsectores del turismo español hay un empresario venido a menos cuya empresa va cayendo en picado en los últimos años, que ha reducido plantilla y despedido a empleados y, lo que es más grave, abonado indemnizaciones fraccionadas y aplazadas con talones sin fondos, que los despedidos no pueden hacer efectivos. Y mientras eso pasa en su ‘zapatería’, el personaje en cuestión sigue al frente de una asociación patronal.
En otro de los subsectores turísticos hay otro personaje, de parecido perfil en cuanto a ego, que cerró el último ejercicio con llamativas pérdidas mientras él se metía en nuevas presidencias ajenas a sus negocios. No obstante, en este caso cabe considerarle un afortunado –de algo parecen servir, claro está, los cargos asociativos, además de satisfacer el ego- ya que obtuvo una significativa ayuda financiera de un organismo oficial de la autonomía en la que tiene su sede.
Y esto, que es una presunción mía pero no solo mía, aporta una pista del porqué hay ese tipo de candidatos a alcanzar y no abandonar presidencias de asociaciones, consorcios, entes, federaciones y demás entidades mínimamente representativas. Cabe sospechar que, además del protagonismo y la relevancia personal, esas personas buscan -y consiguen, tanto cuando las cosas van mal como sobre todo cuando van bien y hay menos transparencia- prebendas fuera del alcance de cualquier empresario que solo se dedica a su empresa. Pero en momentos de crisis como los actuales los favores se notan. Un tema, este de las relaciones dirigentes asociativos empresariales-poderes públicos que daría para mucho si algún practicante del llamado periodismo de investigación decidiera arremangarse y ponerse manos a la obra.
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