
La ausencia en FITUR 2009 de algunos grandes expositores de otros años indica que en la actual coyuntura cualquier ahorro de gasto no necesario estratégicamente alivia las cuentas de los ausentes al tiempo que descompone las de la feria, cuyo negocio es alquilar superficie y cobrar servicios prestados.
Por esto, FITUR afronta una edición difícil, aunque menos dramática de lo que algunos consideran ya que si bien es cierto que las empresas españolas ausentes son de gran peso no menos cierto es que aumentará la participación de países. Sin que esto compense la reducción de superficie ocupada provocada por aquellas al menos mitigará la sensación de recorte.
Los destinos turísticos son probablemente el bálsamo para FITUR en tiempos de crisis económica y probablemente los garantes de mañana. En 2009 habrá nuevos territorios y algunos que ocuparán más superficie. Y esto no es fruto de la casualidad sino resultado de haber sembrado y abonado previamente en ese campo. La directora del evento madrileño, Ana Larrañaga, sembró entre los directores de las oficinas nacionales de turismo presentes en España, aportándoles datos y argumentos sobre la rentabilidad –para los destinos- de invertir en promoción ferial. Una feria de turismo, en su vertiente dirigida al consumidor final, es el mejor escaparate para que los consumidores finales potenciales entren en contacto con los destinos por ellos deseados y también para que descubran el encanto y los atractivos de otros que ni siquiera se habían planteado, que desconocían o sobre los que tenían un conocimiento superfluo. Y permite obtener información que, aunque en algunos casos pueda estar en Internet, sigue teniendo el atractivo del papel impreso y de lograrla cara a cara.
Llegados a este punto, cabe retomar el sentido del título de este comentario: el incierto futuro de las ferias mixtas y la encrucijada en la que ahora se encuentran. Porque si el futuro de las ferias turísticas enfocadas al consumidor final hoy por hoy no es cuestionado ni tampoco lo son determinados salones monográficos específicamente dirigidos a segmentos muy concretos, sí se cuestionan las ferias mixtas -FITUR e ITB como exponentes europeos clave- que sufren un desgaste apreciable. Hubo quienes, hace algunos años ya, plantearon a los responsables del evento madrileño algunas de las incoherencias inherentes a su carácter mixto. Hay expositores a quienes el público final no les interesa pero sí el profesional, que querrían tan solo dos días de feria, cerrada a cal y canto al público no profesional –excluyendo por lo tanto a los miles de curiosos acreditados como expositores con pases adicionales dados por ayuntamientos muy generosos con amistades y familiares-, que desearían stands de tamaño no desmesurado y reducir presupuesto de estancia. O sea casi un workshop de tipo generalista, diferente del específico FITUR Congresos que se celebra desde hace unos años.
El carácter mixto puede haber entrado en crisis. Sin excluir a aquellas empresas que deseen estar presentes ante el consumidor final, los destinos -las comunidades autónomas y ayuntamientos poderosos y los destinos internacionales- podrían ser aún más los grandes protagonistas de las exitosas jornadas de viernes, sábado y domingo. Combinar con un mismo stand los días de relación entre profesionales con la visita de público es algo que aún se mantiene, pero que tal vez no decaiga más en el futuro a corto plazo. Y los responsables de FITUR posiblemente deberán tomar una decisión, asumiendo que no tomar ninguna ya es, en sí mismo, una decisión.
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