En febrero de 1996 los hoteleros andaban enzarzados en una “guerra abierta” con bonos, cheques de viaje y otros productos, que estaban provocando precios por debajo de costos y una consiguiente merma de la calidad.
Ante esta situación el presidente de la Asociación de Cadenas Hoteleras, Rufino Calero, pedía la intervención de la Administración para evitar los efectos nocivos sobre el Sector de este tipo de prácticas así como para que se invirtiera en la modernización de hoteles.
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