Corría el mes de julio de 1998 cuando la cadena hotelera del grupo Barceló estaba a punto de entrar en Cuba de la mano de Juan José Hidalgo, después de que el responsable de Globalia rompiera su compromiso para operar en el Caribe con Luis Callejón, presidente de Hoteles C.
Una ruptura que estaba anunciada de antemano, puesto que era evidente que Barceló, siendo socio de Hidalgo en Air Europa, no podía mantenerse al margen de esta operación.
En la Habana, se daba por hecho que los Barcelo serían los avalistas de buena parte de la mayoría de los mil millones de pesetas que habían exigido las autoridades cubanas para que se invirtieran en la remodelación de los establecimientos, concretamente el Neptuno-Tritón y el hotel Villas Punta Blanca (Varadero).
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