La imagen de un tremendo crucero de diez pisos delante de la plaza de San Marcos, en Venecia, definitivamente pasa a la historia. Tras incontables vacilaciones y cambios de opinión, entra en vigor la obligación de que los cruceros tengan que atracar ahora en el puerto industrial de la ciudad, bastante lejano al centro.
La decisión, como es evidente, pretende "proteger un patrimonio cultural e histórico que pertenece no solo a Italia, sino al mundo entero", según los ministros de Cultura, Turismo, Medio Ambiente e Infraestructuras que dieron la aprobación final a la medida.
En realidad, la decisión estaba tomada, pero hasta ahora se había venido aplazando y aplazando su puesta en vigor. De hecho, aunque los cruceros dejan de operar en el actual puerto desde ya, los ministros han dicho que tampoco están satisfechos con que definitivamente tengan que ir al muelle industrial, muy poco atractivo para los turistas. Por eso, el gobierno de Roma, que es el responsable de esta medida, ha dicho que tampoco quiere que esa sea la solución final, de manera que sigue trabajando en el asunto.
El gobierno ha indicado que espera que haya propuestas innovadoras para encontrar un asolución. La idea es construir una nueva terminal dedicada a los cruceros, fuera de la laguna de la ciudad histórica. Pero esto en Italia puede ser una idea a muy largo plazo.
Mientras, los debates sobre el punto de equilibrio entre el turismo, la principal actividad económica de la ciudad, y la preservación del medio ambiente, es un gran desafío para las autoridades. Un desafío que aún no se ha cumplido. Por ejemplo, aunque está aprobado, a día de hoy todavía no se cobra el impuesto por entrar en la ciudad. La razón actual, absolutamente comprensible, es que no hay a quien cobrarle el impuesto dado que la ciudad está prácticamente desierta debido al Covid. Pero tampoco está claro que se vaya a aplicar cuando esta crisis desaparezca.
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