Australia, con 900 muertos por 25 millones de habitantes es un lugar prácticamente virgen en relación con el virus. Nueva Zelanda, también. La vida en Oceania es prácticamente normal en la mayor parte de la actividad. Nada es diferente de lo que se vive cada día. Su usted mira la prensa o ve los telediarios, el Covid existe, pero no es ni una obsesión ni ocupa el tiempo de los medios de comunicación.
La razón de esto es que no hay casos. Y no hay casos porque las fronteras están cerradas a cal y canto. Prácticamente no hay vuelos más allá de las fronteras. O sea, hay una víctima, y sólo una: el turismo y el transporte, especialmente el internacional.
Como el conjunto de los sectores económicos operan casi normalmente, el Gobierno tiene más margen para ayudar al transporte y al turismo. Ahora acabó el programa de ayudas similar a los Erte españoles y el primer ministro australiano anunció un nuevo sistema de ayudas específico para quienes vivían del turismo internacional que está en cero. El primer ministro, Scott Morrison, dijo que “no quiero crear ilusiones en este tema, pero estamos trabajando en estas ayudas”.
Australia ha advertido a la población de que mientras la vacuna no se haya difundido suficientemente entre la población, las fronteras seguirán prácticamente cerradas. El turismo ha explicado al gobierno que, aunque ahora vive del turismo interior, este no basta para mantener la actividad. “Un turista chino deja en el país unos 8.500 dólares australianos en cada uno de sus viajes. Un australiano gasta 1.500”, dijo un portavoz del sector, para explicar la situación.
El turismo no está viviendo del turismo local habitual sino que, al cerrarse las fronteras, los locales no pueden viajar y se ha incrementar el turismo interior.
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