Los turistas no terminan de responder. Pero Uzbekistán se gastó 580 millones de dólares en el complejo turístico Ruta de la Seda-Samarcanda para atraerlos y ahora espera a ver la respuesta, sobre todo de China.
Samarcanda es una ciudad mítica, conocida por sus mezquitas y edificios decorados con mosaicos, situada en la famosa Ruta de la Seda, la ruta que explorara Marco Polo y tras él incontables comerciantes.
El complejo de 260 hectáreas fue inaugurado el año pasado y dispone de ocho hoteles de lujo, 35 restaurantes, un centro de conferencias y otras instalaciones dirigidas a vacacionistas y viajeros de negocios. Pero hay muy pocos vuelos directos y, encima, la mayoría de los visitantes pasan solo un día en la ciudad. De manera que la inversión corre el riesgo ahora mismo de no dar frutos.
Hay "insuficiente conciencia de los turistas sobre las nuevas oportunidades turísticas que ofrece Samarcanda", señala Dinara Akhmetova, la directora de marketing y relaciones públicas del complejo.
Después de su independencia en 1991, durante el gobierno de Islam Karimov, Uzbekistán estuvo relativamente cerrado a los turistas. Tras su muerte en 2016, su sucesor, Shavkat Mirziyoyev, reelegido para un tercer mandato (no hagan preguntas sobre el proceso de elección) sigue apostando por el turismo.
Uzbekistán tuvo cinco millones de visitantes el año pasado, pero Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán, sus vecinos, fueron los tres principales mercados emisores. Rusia fue quinta y China y Japón no aparecen entre los diez primeros emisores.
El gobierno quiere alcanzar los 10 millones de turistas en los próximos dos o tres años. No obstante, el turismo en Uzbekistán se ha multiplicado por cinco en los últimos años, y el país podría recibir 7 millones de visitantes y $ 2 mil millones en ingresos relacionados con el turismo anualmente para 2025, según estimaciones de expertos.
Pero hay problemas a resolver: el transporte interno es muy deficiente, los sistemas de pago son arcaicos, aún faltan hoteles adecuados especialmente en zonas rurales, no hay servicios médicos, la asistencia lingüística e información turística son mínimas.
Tipico de la peña, empezar la casa por el tejado. No se nos ha perdido nada en esos lugares.
Uzbekistán tiene un montón de petróleo y de gas, se lo puede permitir. Samarkanda es una ciudad mítica, pero de mítica no tiene nada, tiene una famoso moumento que todo el mundo ha visto u oído hablar alguna vez en su vida, y no mucho más, la zona monumental está en una zona bastante desangelada, con monumentos más o menos atractivos, arrasada y hoy convertido en una zona más o menos verde, antiguamente edificios de la época comunista y todo rodeado por horribles edificios de aquella época. Y por cierto a Samarkanda se puede ir en trenes de alta velocidad, Talgos de tecnología española desde la capital y si la memoria no me falla desde Bukhara que es infinitamente más atractiva que Samarkanda. Lo mejor de todo, si vas por libre podrás pagar en muchos sitios en moneda local, que al tener un cambio fijo -ficticiio, claro- frente al euro o dólar podrás cambiar en el mercado negro y saldrás con un inmenso fajo de billetes que parece que estás forrado, o al menos así era cuando estuve allí, aunque valga muy poco. Y en cualquier caso, el atractivo turístico del país es francamente limitiado y las distancias enormes y en invierno hace mucho frío y en verano muchísimo calor.