La edición de Fitur que está a punto de arrancar va a ser la de mayor exuberancia jamás vivida en el sector, con la expectativa de alargar, sin de momento saber hasta cuándo, los sucesivos récords de demanda y tarifa sobre el turismo español, justo tras haber vivido en el pasado reciente un infierno nunca imaginado por el covid.
Los organizadores de la feria presumen así ya de haberse convertido en la mayor mundial por asistencia superando a las de Berlín y Londres, ambas lastradas por haber interrumpido su celebración debido a la pandemia, a diferencia de la madrileña, que además este año abre un pabellón más para alcanzar nueve.
La coyuntura del sector demuestra que su bonanza va más allá de haberse convertido en algo puntual por el efecto descorche o revancha tras el covid, sino que tras casi dos años repuntando, y en contraste a lo esperado, la robustez del consumo turístico no deja de crecer y pulverizar máximos, aguantando el cliente todo tipo de subidas de precios.
Así, las reservas anticipadas para la temporada alta están alcanzando cotas sin precedentes, incluso con tarifas aún más elevadas, en parte a causa de haberse convertido España en destino refugio ante la inestabilidad en el Mediterráneo Oriental, y ante la prioridad de la demanda para gastar en placer en lugar de en ropa, muebles o coches.
Sin embargo, el sector sigue viéndose dañado por los gobernantes, quienes no acaban de atajar los grandes males como son el desmadre con el alquiler vacacional, y también la contención sobre unos cruceros que apenas aportan puestos de trabajo ni impuestos.
El turismo persiste asimismo como el gran sector marginado sin un Perte específico para promover su transformación sostenible y digital, al mismo tiempo que quedan retos pendientes como la llegada del AVE a la T4 de Barajas, la ampliación de El Prat, la integración entre Iberia y Air Europa, o la vuelta del viajero asiático.
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