Globalia paga a Calafat la mayor indemnización jamás abonada

Nunca se había pagado una indemnización tan alta en Globalia desde que Juan José Hidalgo forjó su imperio turístico. Pero jamás de los jamases. Ni siquiera cuando el grupo--la familia-- rompió con el hombre que había sido clave en el lanzamiento de Globalia, Herminio Gil. Este recibió una muy buena remuneración por la venta de sus acciones y bastante dinero por sus años de ejecutivos. Pero peccatta minutta en comparación con la percibida por el que durante años fue director de Sistemas del grupo, Antonio Calafat.

 Calafat habría recibido más del doble de lo aceptado por el último director general  de Viajes Halcón, Chema Hoyos. Y mucho más, muchísimo más que Luis Mata cuando dejó Travelplan, e incluso muy por encima de la cantidad abonada  al histórico Fernando García Rascón cuando le obligaron a decir adiós a Halcón y al resto de empresas de Globalia que estaban en sus manos, y que no eran pocas. Más del doble que Hoyos significa una cifra millonaria. Una cantidad nunca pagada en Globalia. Y puede que en el Sector.

¿Qué cómo se come eso?. Hay historia, y larga: Calafat nunca se llevó bien con el ejecutivo que comanda la nave, Pedro Serrahima. Tampoco tuvo sintonía, química, empatía o como quieran llamarle con el amo Javier. Los dos chocaron antes, durante y después de Pepephone con el informático mallorquín, sustituto de Angel Muñoz. Calafat sabía que tenía los días contados desde el momento que nombraron a Serrahima primer directivo del grupo. Y llegó el día en que los jóvenes que están diseñando la nueva Globalia con nuevas costuras dijeron que Calafat no era buen sastre para el traje que estaban confeccionado.

Le ofrecieron una muy alta cantidad de dinero, casi parecida a la del ex director general García Rascón y un poco más elevada que la de Hoyos. O sea, una indemnización de altísimo directivo. Pero Antonio Calafat dijo que no. Un no rotundo. Los dos diseñadores de la nueva Globalia pusieron el grito en el cielo. El director de sistemas ni se inmuto ante la reacción de los  madrileños apalancados en Llucmajor. Calafat, un chico introvertido, cabizbajo, con el perfil de los de su gremio, se mostró firme y decidido. Pidió el doble. Sus despedidores se llevaron las manos a sus respectivas melenas. Pero aceptaron. Es decir, claudicaron.

El departamento de Sistemas es como el gran ojo de Orwell: lo ve todo. Y si no todo, casi todo lo más importante que se cuece en Casa Hidalgo. Una Casa en la que se han cocinado suculentos y amargos platos. Ni Solares, el financiero que tuvo en su mano la mayor información del grupo y que fue el primero en la nómina de los directivos en desfilar, se llevó tanto dinero en su despedida. Calafat no era el calafete del barco de los Hidalgo pero ha cobrado como si fuera el emir de los mares;es decir, como el almirante de la flota. Ha firmado no trabajar en muchos años en empresa competidora. Ni falta que le hace (trabajar).