Renfe recibe estos días duros ataques de grandes firmas del periodismo español. Renfe y el ministro de Transportes, Óscar Puente, quien prácticamente se ha adueñado del puesto de mando de la compañía ferroviaria de cara a la opinión pública y los medios de comunicación, opacando de esta forma al máximo cargo ejecutivo de la empresa. El protagonismo lo asume para sí el ministro más contumaz de Sánchez, el político más controvertido y de una enorme incontinencia verbal (La CNMC desmiente a Óscar Puente tras su ataque a Ouigo).
Se han ocupado de Renfe Ignacio Camacho en ABC; Tom Burns Marañón en Expansión; Emilia Landaluce en El Mundo… O sea, que estamos hablando del exdirector de ABC y columnista más referencial del diario; del veterano analista y escritor de Expansión; y de la periodista más versátil de El Mundo, y no de pseudo periodistas ni de pseudo medios. Sobre Renfe y sus agonías también escribieron recientemente Berta González de Vera, igualmente de ABC (defensora del lector), y el experto en economía Javier Santacruz, en The Objective.
Del caos de Renfe y de la red ferroviaria podría haber hablado o escrito cualquier persona, sea o no buen escritor o periodista, porque sobrados motivos hay para ello. Una situación caótica que no es de ahora, pues se arrastra de atrás, de otros gobiernos, pero que en estos momentos alcanza una mayor magnitud. Y el ministro Puente ha contribuido al ruido con su actitud cerril, follonera y provocadora a través de su cuenta en las redes sociales. Puente ha creado el lío con Ouigo, ha polemizado con los muchos casos de retrasos y se ha enfrentado a las autoridades porque él es así de bruto.
Camacho, nada dado al insulto, llama Refencin a Renfe en su titular. Landaluce, graciosa por naturaleza, cuenta cabreada sus últimas malas experiencias en sus viajes a El Puerto y anuncia que ha cambiado el tren por el avión. Burns y Santacruz dan unas opiniones profundas y aportan datos contundentes. Berta también detalla sus reiterados retrasos a Sevilla. Tiempo atrás, Ussía arremetió contra Renfe por la tardanza del tren a Santander. Nosotros vivimos una odisea para reservar un billete a Oviedo, tal como contamos aquí hace dos meses, y optamos por el avión. Ahora, haremos lo propio con Santander: viajaremos con Air Nostrum. Qué gran paradoja: quieren los gobernantes que no hagamos vuelos cortos y nos obligan a hacerlo por la ineficiencia de los trenes (Renfe tiene en vilo a los pasajeros de Asturias).
Óscar Puente ha enervado a todo quisque, incluyendo a los que lo votan, porque no solo no arregla los serios problemas ferroviarios, sino que genera más polémicas en vez de más soluciones. Los usuarios tienen motivos para estar hartos de este ministro porque hace del emponzoñamiento virtud y no está a gusto sino le arrea a la justicia suprema o un presidente de Gobierno. Sánchez podía haber puesto de ministro a Planas o Escrivá. O haber dejado a la sucesora de Ábalos. Puente no tiene un caso Koldo, pero origina tanta o más inquietud que el hoy denostado Ábalos. Y así vamos.
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Acaba con RENFE y con lo que tenga a mano, con un poco de suerte con Sánchez.
Que este elemento represente una cartera del gobierno es demencial. Aunque después de haber tenido a un tal Iglesias y una tal Montero sin preparación alguna, cualquier cosa de este gobierno presidido por un enfermo mental. Aunque claro está, están ahí porque cientos de analfabetos y con menos luces que un chimpancé votan a esta calaña. Inaudito.
Oye, ¡que casualidad!. Todos medios manifiestamente "amigos" del partido gobernante, y los periodistas más "amigos" todavía. Y no seré yo, quien defienda la operativa de Renfe, que es más que discutible, ahora y con los gobiernos anteriores, empeorada por el actual, pero aquí todo vale con tal de conseguir el objetivo que se persigue. Señores, las elecciones ya llegarán y los electores decidirán, que no paran ni en el mes vacacional por excelencia.
Tiene usted razón en su argumento. Lo malo es que hay demasiados electores que no atienden a cuestiones como la caída de los servicios públicos, el estado de las carreteras, el crecimiento incesante de la deuda pública, el crecimiento desmesurado de gastos publicos innecesarios, el que no exista un reparto justo de los presupuestos entre las comunidades autónomas. La lista sería muy larga .