Hidalgo vence su última batalla, ¿la definitiva?

Álvaro Merino está considerado como uno de los dos mejores cardiólogos de Baleares (el otro es Bethencourt, del círculo de Fluxá y con base en el hospital Son Espases). Merino atiende a Hidalgo desde hace meses en la Rotger, clínica de cabecera del empresario salmantino (en este centro médico ha sido tratado hasta por el célebre oftalmólogo Antonio Yarza, padre de un veterano empleado de Air Europa). Merino lleva tiempo insistiéndole a Hidalgo que se cuide, que no fume y que, sobre todo, no se estrese.

El dueño de Globalia solo le ha hecho un poco de caso al afamado cardiólogo: ha seguido fumando, aunque no tanto como antes de los infartos, ha llevado el mismo tren de vida y trabajo y, lo que es más preocupante, ha mantenido la misma tensión de siempre. Merino y los propietarios de la Rotger esperan que tras este último aviso, el más grave de todos, Hidalgo se tome su vida de una vez con más calma. Todo hace indicar que esta última batalla la va a ganar. Pero en su mano está que por su bien sea la definitiva.

Hidalgo, un luchador nato, crecido siempre ante las adversidades, es fuerte como un roble, y como tal ha soportado muchos avatares y sinsabores. Pero ni es de hierro ni tiene una edad en la que le pueda echar un pulso a la vida. El presidente de Globalia siempre se ha tomado las cosas muy a pecho, no puede evitar los enfrentamientos y con el tiempo lejos de remitir sus berrinches éstos han ido en aumento. También es cierto que en los últimos años se le han juntado muchas cosas negativas, a cual de ellas más preocupante.

Por un lado la crisis de la economía mundial, que le sobrevino con el grupo endeudado y con unos problemas sucesorios aún pendientes de solventar. Por otro, asuntos familiares y personales que influyen hasta en los personas más coriáceas. Además, las traiciones de los mejores amigos -íntimos que lo han saqueado- y las operaciones fallidas -Orizonia, por ejemplo- y los problemas del día a día -fisco de Canarias, operación billetes de residentes, etc- han mermado considerablemente su salud y le han cambiado el carácter.

A Hidalgo no le quedará otra salida que o vender el grupo o delegar del todo. La venta del grupo la podido llevar a cabo, al menos de la aerolínea, el principal activo. Pretendientes no le ha faltado, pero al final ha dado marcha atrás. ¿Por qué no lo ha hecho? Porque el grupo es su vida, sobre todo Air Europa, y no sabría qué hacer sin estar fuera de sus empresas, su adrenalina. Pero estas empresas, sin embargo, son las que lo tienen en su sinvivir. ¿Es capaz de delegar? El tiempo ha demostrado que no, al punto de que acabó poniéndose él al frente del grupo.

Desde hace meses solo confía en su hermano Mario. Hasta se lo llevó, cual asistente personal, a su último viaje a República Dominicana, donde estuvo con Julio Iglesias y dónde se entrevistó con los dueños de los aeropuertos de Punta de Cana y La Romana, por separado, claro. Su familia ha estado y está a su lado en los días de permanencia en la Rotger, pero todos, hijas y esposa, pusieron por escrito sus acciones a la venta, aunque luego falló el comprador.

El estado de salud de Hidalgo es delicado, muy frágil, por lo que no puede tensar más la cuerda. El grupo espera que por su bien y por las de los miles de personas que integran Globalia tome las medidas más sensatas: o vender ahora que hay potenciales compradores o contratar a un profesional capaz y cabal que no genere inquietud alguna entre los accionistas. De él depende ganar la batalla definitiva, la de no volver a pisar la Clínica Rotger y sólo ver a Merino para una charleta.