Decathlon es parte de un gran grupo empresarial en Francia. Se especializa en vender ropa y equipamiento deportivo. En 1993 se expandió a los viajes, empezando por Francia, su base. Diez años después cerraba, porque aquello no funcionó. Pero después reabrió, con una idea más trabajada: sólo con un producto online y sobre todo centrado en el turismo deportivo, aventuras, etcétera.
Tampoco fue una experiencia muy afortunada porque abrió justo cuando la pandemia se lo llevó todo por delante. Pero como era un negocio online, aguantó. Con muy poco negocio, pero sobrevivió. En esa época tenía siete mil viajeros, que es más bien poco.
Pero la pandemia pasó y el negocio empieza a beneficiarse de la expansión del turismo. En este año habrá llegado a los diez mil clientes, lo cual empieza a ser un negocio de alguna importancia. Sus ventas sobre todo son para Francia y Córcega. El turismo ciclista es el más popular; los Alpes, los Pirineos y Bretaña son las regiones preferidas por los clientes (Decathlon vuelve a vender viajes deportivos).
Y ahora, Decathlon empieza su expansión internacional, que dará sentido al negocio, dado que los costes generales son los mismos. El primer paso, inminente, será Bélgica, pero el grupo no descarta en poco tiempo extenderse a otros países europeos.
Prácticamente toda la actividad está automatizada. La orientación es el deporte, por supuesto, pero también la protección del medio ambiente, con lo que está trabajando con cuidado el impacto en las emisiones de CO2, un asunto tan actual en Europa y particularmente en Francia.
Familia Mulliez, un modelo empresarial digno de estudio.
Veremos lo que el tiempo nos trae.