Estos días se cumple la primera década desde que Orizonia protagonizó el mayor concurso de acreedores de la historia turística española, y desde entonces el sector se ha reconfigurado para asumir a sus ejecutivos, empleados, proveedores y clientes (Orizonia: un año de la quiebra).
Los líderes de Carlyle, del fondo CGI y de Globalia fueron en quienes se depositaron todos los ojos en las semanas agónicas que condujeron al cierre del grupo emisor, entre el temor a miles de despidos y millonarias facturas pendientes de pago.
Las decisiones de aquellos momentos fueron polémicas al haber incluido métodos nunca vistos en la familia turística como espionajes, ciberataques y amenazas entre actitudes obsesivas e intenciones dudosas que hicieron marchitarse a la opción más solvente para haber evitado el fatal desenlace.
La quiebra marcó un punto de inflexión en el mapa emisor español al sucederse en pocos años a la de Marsans, y dividir a la industria entre unos cuantos que durante bastante tiempo creían que los problemas del grupo se estaban exagerando, como no dejaban de insistir desde la propaganda interesada, y una mayoría que veía muy posible un enorme reguero de deudas impagadas y de personal desempleado.
La cierta incredulidad inicial fue dando paso a indignación contra los mayores responsables de haber acabado con el proyecto, a la vez que una ola de solidaridad hizo multiplicar las iniciativas y plataformas para resarcir a los más afectados, mientras algunos ejecutivos temieron si el daño reputacional imposibilitaría su reinserción en el sector.
No obstante, llevó poco tiempo en que los principales referentes turísticos volvieran a restablecer relaciones con algunos de los causantes de grandes quebrantos, y un buen número de ejecutivos encontró acomodo emprendiendo ambiciosos proyectos en los distintos segmentos del transporte y el alojamiento.
Los grandes señalados por la desaparición de Orizonia tomaron caminos dispares, desde la jubilación hasta el retiro a la escultura y el esoterismo, mientras los emisores supervivientes gracias a esa quiebra han seguido desde entonces salvando la situación e incluso con ayuda de dinero público haberse sobrepuesto a la embestida del Covid.
El turismo español nunca olvidará esos intensos días de febrero de 2013 en los que Orizonia firmó su final, aunque a la vez haya demostrado una notable generosidad para hacer borrón y cuenta nueva con quienes entonces recurrieron a falsedades y hasta denuncias para perpetrar engaños que fueron muy costosos para las arcas de todo el sector.
Es el capitalismo, bro
Y un punto de reflexion para los que se quedaron en la calle, y el protocolo de los concursales.
El muerto al hoyo y el VIBO al bollo. Todos de rositas , el concurso más culpable del mundo zafado con un acuerdo económico vergonzoso. Los que saltaron antes, durante y después perfectamente colocados para repetir la hazaña... y no pasa nada, nunca pasa nada