Una isla del Mediterráneo debate cómo atraer más turismo

En una isla del Mediterráneo, de esas en las que se ve el fondo del mar a través de sus aguas cristalinas, donde sus pueblos recogen la historia de dos mil años de civilización, sus habitantes rechazan a los turistas con manifestaciones en las calles porque dicen que no aguantan más (El Gobierno balear (PP): “Se ha llegado al límite turístico”).

A unos pocos kilómetros, en otra isla igualmente maravillosa, sus habitantes debaten públicamente cómo captar más turismo y creen haber encontrado la razón por la cual tienen problemas de competitividad: los viajes a la isla, aducen, son muy caros. Y ahora se plantean cómo conseguir que los precios bajen.

En la primera isla aplican impuestos al turismo para limitar las visitas, en la segunda analizan cómo bajar los precios. Y todo sucede estos días.

Mientras Mallorca da la imagen de que no desea más viajeros, en Córcega debaten qué hacer para que el turista pueda viajar. Corse Matin, el periódico de referencia en la isla francesa, entrevista a Victoire, una viajera que le cuenta que “salir a finales de julio y regresar a mediados de agosto cuesta 300 euros por persona para un vuelo París Bastia con Air Corsica o Air France y más de 250 euros cada uno tomando el barco con un coche sea cual sea la empresa. El año pasado, en cambio, lo hicimos por 100 euros por cabeza”.

France 3, la televisión pública, en su filial de Córcega analiza los precios para una familia de cuatro personas con salida el 24 de julio y regreso el 30 de julio y lo más barato en cada sentido es el barco desde Toulon a Ajaccio, a 387 euros sin vehículo, 560 con él. Air Corsica, la aerolínea monopólica, en cambio, cuesta 1102 de París a Ajaccio (i/v) y 812 a Bastia. Easyjet, 782 y 688 respectivamente.

Como ven, las preocupaciones en las dos islas son muy diferentes. En Córcega añoran poder tener turismo, lo cual es imposible con esos precios. Por cierto, con transportistas en régimen de monopolio y cuyos precios son desorbitados para los estándares de Mallorca o Ibiza, donde las quejas existen, pero son para pedir que los viajeros dejen de visitarlos.