Los residentes en los principales destinos turísticos suelen compartir como principales preocupaciones ciudadanas en los últimos años el precio de la vivienda, la masificación de gente en determinados lugares y momentos o la movilidad. El crecimiento de estos temas como problemas más destacados para los ciudadanos coincide con el auge de Airbnb (El alquiler vacacional, una plaga por prejuicios ideológicos).
La oferta de alquiler vacacional se ha disparado en los últimos años alentada por la permisividad de los gobernantes y hasta en muchos casos hasta la han fomentado. Ciertas autoridades y movimientos sociales reconocen haberla apoyado de inicio solo por el hecho de que creían que molestaría a los hoteleros, aunque ahora reconocen su error de haber picado en aquello de "democratizar el turismo".
La retirada del mercado de numerosas viviendas que se venían destinando a los residentes y a la larga estancia para pasar a dirigirse al turista y a la corta estancia explica en gran parte el enorme alza de precios de las casas en tan poco tiempo. La apertura de la demanda al viajero y no solo al local, asimismo, corrobora este argumento.
Los gobiernos han alentado este modelo pese a suponer el incumplimiento de los planes urbanísticos, que delimitan las zonas en rústicas, industriales, residenciales y turísticas. La planificación de las ciudades venía permitiendo unos usos equilibrados, con densidades de población acordes a las infraestructuras y espacios, pero con el alquiler vacacional en zonas no turísticas las autoridades hicieron la vista gorda (Destapan la existencia de decenas de miles de plazas turísticas ilegales en Mallorca).
Así, la saturación y masificación ha pasado a convertirse en un problema ciudadano. En poco más de un lustro entraron en el mercado tantas habitaciones como las que, muy gradualmente, le llevó regularizar durante 60 años a la hotelería. Y pese a temer los políticos enfrentarse a este colectivo de propietarios, en ciudades como Barcelona los que suman más de 10 viviendas son cerca del 40 por ciento, con lo que este negocio se ha convertido principalmente de unos pocos.
La mezcla en los cascos históricos de residentes y turistas en los mismos barrios y edificios ha creado los lógicos problemas de convivencia, a la vez que ha desnaturalizado la identidad de las calles más emblemáticas de muchas ciudades. El hecho de que el cliente demande este tipo de producto ha sido defendido como argumento para pedir permisividad, pese a que esta oferta debería haber entrado en el mercado tan regularizada como el resto de actividades.
La menor fiscalidad de soporta un multipropietario de viviendas de alquiler vacacional en relación a un hotelero ha significado un estímulo para que esta oferta se haya disparado sin control. En lugares como Baleares, donde desde 2015 la oferta total de camas turísticas se ha incrementado en más de un 30 por ciento acaparando las viviendas la absoluta cota del crecimiento, estas instalaciones son eximidas del cobro de impuestos como la ecotasa.
Los planes de sostenibilidad que también por ejemplo se le van a obligar a cumplir a los hoteles no hay constancia de que se vayan a extender al alquiler vacacional. A nivel de generación de empleos y de subidas salariales, las diferencias entre ambos modelos resultan evidentes, así como de protección sindical al trabajador. Del mismo modo, la seguridad entre un formato reglado y otro también aparece con notables diferencias.
Pese al volumen al que se ha disparado la oferta auspiciada por Airbnb, los gobernantes apenas han dedicado inspectores para acabar con una gran parte de la oferta operando en la ilegalidad, y además con sanciones mínimas que compensan con creces el riesgo (España, sin medios para controlar el alquiler turístico ilegal).
Las autoridades bajo cuyo mandato desde 2015 han fomentado este modelo turístico también veían entonces con buenos ojos acabar con lo que llamaban turista de masas que llegaba mediante la touroperación y se desplazaba en autobús en lugar de con 'rent a car'. Así, los coches de alquiler han contribuido decisivamente al colapso de las carreteras, frente al viajero que compraba su viaje a través de la intermediación, con una oferta de taxis también más proporcional a la demanda
Encarecimiento de la vivienda; incomodidad para la convivencia por la saturación turística, o dificultades con la movilidad por carretera albergan en común el haberse disparado como problemas para muchas zonas de España desde alrededor de 2015, coincidiendo con el origen de Airbnb como propulsor del alquiler vacacional.
Resulta cuando menos curioso que los liberales, amantes de la libre competencia y la desregulación a todos los niveles, abracen cómo una ninfomana en el corredor de la muerte la tesis de la prohibición de Sectores de la nueva economía digital que le hacen la cama en la cuenta de resultados bajo la excusa de la masificación y el bla, bla, bla.