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EDICIÓN ESPAÑA

Crónica | Vigésimo aniversario de Bahía Príncipe en República Dominicana

Qué mujer más chula la suya, Pablo

La foto de arecoa.com no es la mejor en calidad de las publicadas sobre el acto del vigésimo aniversario de la cadena Bahía Príncipe en República Dominicana. Pero esa instantánea de Manuel Suárez en la que Pablo Piñero aparece con el brazo por encima del hombro de su mujer reconociendo lo que ella ha significado para él y para el grupo es un documento que sintetiza en toda su magnitud el acto de la gran fiesta que la familia Piñero montó en Punta Cana para celebrar sus dos décadas en el país caribeño.

 

Piñero, sin sutileza, con la espontaneidad que le caracteriza, agarra a su mujer con una mano -amarraditos los dos, espuma y terciopelo…- a la espléndida Isabel, y dice micrófono en la otra, que sin su familia el nunca habría creado el Grupo Piñero, y en especial sin el “sostén y el apoyo de mi mujer”. Y en ese preciso instante, en el momento más emotivo de una noche de alegría y de diversión, de color y de sabor caribeño, un dominicano de porte señorial dijo una frase para lapidar: “Qué mujer más chula la suya, Pablo”.

 

bahia-principe-pablo

 

En dominicano, el significado de chula es muy distinto al del castellano. Para los de la antigua Hispaniola chula compendia el saber estar, la belleza, la simpatía…Y esta “muleña”(o sea de Mula, Murcia, como su esposo) engloba todos esos atributos. De haber oído el piropo, Isabel no habría puesto cara de circunstancia -nunca el ceño fruncido- como cuando en una noche de junio del año pasado lo escuchó por primera vez en un restaurante de Palma de voz de otro dominicano de no menos porte y no menos cuna.

 

Isabel, que tiene apellido de gran poeta pero cuyos colores preferidos son el blanco de las glorias deportivas, hala, y el azul marino de Juan Salvador, es la mujer de los grandes que más ha permanecido al lado de su esposo desde que este dejara la policía para montar una pequeña agencia de viajes, luego un turoperador y más tarde una exitosa cadena hotelera. En 20 años de viajes de trabajo al Caribe, sólo dejó de acompañar a su inquieto marido en tan sólo dos ocasiones, y ambas fueron por los nacimientos de sus nietos.

 

O sea, que ha vivido en primera persona y desde el primer minuto -con sabiduría y amor- no solo la aventura caribeña -Dominicana, Caribe mexicano y Jamaica-, la “osadía” como dijo Encarna, de un empresario que “no tiene límites”, en expresión de quien fuera su bancario de cabecera, y cuyo mérito empresarial es reconocido por sus propios colegas. Por supuesto que esta mujer de cabellos de oro y  de ojos verdes y mirada serena es el sostén de este singular personaje del turismo español. Qué mujer más chula la suya, Pablo. Eso.


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