Arous, el hotel con los gestores más raros del mundo

Arous es un 'resort' vacacional en el mar Rojo. Está en el desierto de Sudán, que llega hasta la costa. Sin embargo, sus gestores y responsables durante más de una década no fueron hoteleros, sino espías. Y espías del Mossad, el servicio de inteligencia israelita, uno de los más competentes del mundo. La historia de este episodio que tiene lugar en los años 70 y 80 la cuenta la BBC.

Los folletos promocionales de Arous eran como todos: fotos fantásticas, modelos junto al mar, jóvenes sumergiéndose, niños jugando. Y, por supuesto, chalets lujosos, aguas cristalinas y playas interminables. Arous está junto a una zona de corales, que es la delicia de los submarinistas. Arous tenía una oficina de reservas en Ginebra, Suiza, donde se canalizaban los turistas.

El gobierno sudanés estaba encantado con lo que sucedía en Arous: la empresa pública propietaria había alquilado el complejo a un grupo de empresarios europeos que eran los primeros en traer turistas extranjeros al país. Desde luego, “veranear en Sudán” no era un 'slogan' frecuente, pero era real.

Sin embargo, según la BBC, todo era una gran mentira: aquello era un enclave del Mossad, creado en los setenta. ¿Por qué? Porque en la vecina Etiopía, había por entonces decenas de miles de judíos negros, que estaban en campos de refugiados, víctimas de la guerra entre este país y Sudán. Así que Israel decidió llevarse a sus connacionales. Nadie jamás habló de que el enclave era una base de espías. Nadie lo dijo jamás. La historia de cómo estos judíos llegaron a Etiopía es muy compleja y se remonta según algunas versiones al año 586 antes de Cristo. Son judíos auténticos, seguidores de la compleja tradición religiosa del judaísmo.

En un momento de la guerra entre Etiopía y Sudán, en los setenta, algunos líderes de estos judíos cruzaron la frontera a Sudán, desde donde pidieron auxilio a Israel, aduciendo su condición de judíos. Tras ello, unos 14 mil judíos huyeron en un viaje a pie, de ochocientos kilómetros, desde Etiopía a Sudán. Unos 1.500 refugiados morirían en esta huida. Hablamos de los años setenta.

El Mossad buscaba entonces un enclave en Sudán desde el que ayudar a la huida de esta colonia, cuando se encontraron exactamente lo que buscaban: un complejo turístico del Estado, construido por empresarios italianos, que buscaba gestores desesperadamente. Agentes israelitas, usando pasaportes falsos, se hicieron pasar por inversores suizos y con algo menos de medio millón de euros, se quedaron con el complejo. Repararon el edificio, buscaron proveedores, contrataron personal e hicieron funcionar el hotel como pura tapadera. Pero funcionando, seriamente.

Después de que los judíos llegaron a Sudán, Israel organizó su salida en barcos. Hubo tres oleadas, diseñadas prácticamente desde el hotel, usando como subterfugio los barcos para submarinismo. La última oleada, por mar, tuvo lugar en 1982. Pero aún quedaban muchos judíos por ser evacuados.

Mientras, el complejo hotelero (quince edificios) llegó a ser rentable y funcionar sin pedir dinero a nadie. Los clientes acudían de forma casi masiva, todo iba bien, mientras los espías terminaron de diseñar y llevar a cabo la evacuación en varios vuelos, con aviones que aterrizaban en el desierto, por supuesto ilegalmente. En 1985 se conoció mundialmente la operación de fuga, pero no se supo nada del 'resort', que siguió operando normalmente.

Finalmente, cuando llega al poder en Sudán un gobierno pro-árabe, casi a finales de los ochenta, los espías comprenden que aquello es muy arriesgado para su seguridad y se marcha, dejando a los turistas en el hotel, y abandonando lo que era por entonces, un negocio próspero.