Gabriel Escarrer Juliá, fallecido este martes en Palma a los 89 años, deja un legado que le permite alzarse como una de las indiscutibles grandes figuras de Mallorca de la era Moderna, junto a Rafa Nadal, Juan March, Antonio Maura o Pedro Serra, transformadores para toda la sociedad y en algunos casos hasta hacerse universales, como en tiempos pasados lo fueron Ramon Llull o Junípero Serra.
Los inicios del turismo se remontan a hace más de 150 años con los primeros viajes organizados, pero el artífice de convertirlo en una industria como es la vacacional fue desde los años 60 un mallorquín de Porreras al que apodaban el ‘forasteret’ –‘extranjerito’–.
El dominio de idiomas de un joven rubio y delgado nacido en febrero de 1935 le permitió a sus 21 años fundar la que no solo sigue siendo hoy como la mayor cadena de resorts del mundo, sino la que forjó la estructura empresarial que actualmente sostiene al país.
Una de sus primeras creaciones supuso la de alumbrar el germen de lo que hoy representa el concepto de cadena hotelera en el negocio de playa, ante la idoneidad de coger volumen partiendo de un activo, para así, con las mayores hechuras integrando varios establecimientos, ganar poder de negociación.
En una época sin apenas formación, y menos aún turística, Escarrer Juliá, con sus aprendizajes foráneos, ejerció con su ejemplo como maestro para una generación de familias que siguieron sus estrategias en distintos ámbitos clave.
Uno de ellos fue el de modelo de empresa bajo unos inquebrantables principios éticos, cuyo legado se ha apreciado en la dignificación que caracteriza todavía hoy al grueso de estirpes del turismo vacacional, que se inspiraron en sus firmes valores.
Otra aportación incuestionable de Escarrer Juliá a la fortaleza que exhibe actualmente la industria es la de haber mostrado el camino al resto de sus colegas para lanzarse a la internacionalización, empezando previamente por la salida desde su isla hacia la Península y Canarias.
Escarrer Juliá se mantuvo durante su trayectoria, con el hito del aterrizaje en Bali, como el listón de calidad al que querían aproximarse las demás cadenas vacacionales, al tratarse la excelencia del aspecto decisivo para sobrevivir y vencer a los competidores.
Elevar el nivel de todas las áreas y procesos de un negocio conlleva el sacrificio de la supervisión con la máxima exigencia, con los múltiples peajes desagradecidos que ello comporta, aunque detrás de eso no haya más que el anhelo del mayor bien común, que siempre quiso repartir entre un gran número de personas, como sus equipos, plantilla, socios o proveedores.
España ha alumbrado en las pasadas décadas a enormes emprendedores en el textil –Amancio Ortega–, en la distribución –Juan Roig–, la banca –Emilio Botín– o las constructoras –Florentino Pérez–, pero ninguno ejerció más allá de su empresa como patriarca de una generación dorada de dinastías de la industria que hace de tractor de toda la economía nacional.
Escarrer transformó la hotelería de Palma desde su mejor zona, la del Paseo Marítimo, con el Victoria, el Palas Atenea --hoy Palma Marina--, el Tryp Bellver o el Meliá de Mar, unido al actual Palma Bay del Palacio de Congresos.
Igualmente en Magaluf fue el artífice del destino pionero con su marca Sol, que con el tiempo fue reconvirtiéndose para reforzar al enclave de Calviá como uno de más alta gama junto a Portals y los campos de golf, unido a otros resorts de lujo internacional.
La transformación económica que ha permitido el actual nivel de vida de los mallorquines hubiese sido difícil de haberse hecho realidad sin una personalidad irrepetible como la de Gabriel Escarrer, gracias al que la cuna mundial del sector se ubica en la isla.