La ministra de Turismo sale magullada tras el mayor ridículo en una campaña

La ministra de Turismo, Reyes Maroto, ha salido magullada de su candidatura a vicepresidir la Comunidad de Madrid. La responsable política del sector del que depende España para resurgir económicamente protagonizó el mayor ridículo que se recuerda en una campaña electoral española, con su posado con una foto de una navaja cuyo autor resultó ser un enfermo mental en lugar de un fascista con el que sacar rédito en las urnas.

Ese momento protagonizado por una hasta ahora discreta política supuso el punto de inflexión hacia abajo en las esperanzas de la izquierda de agitar a su electorado. Y el PSOE que en Madrid co-lideraba Maroto por primera vez ha perdido la hegemonía de la izquierda en la Comunidad, superado en votos por Más Madrid. Y además, con la ganadora Isabel Díaz Ayuso logrando ella sola siente escaños más que los tres partidos de izquierda juntos.

El bloque de la derecha ha sumado en Madrid casi el 58 por ciento de los votos frente al 41 por ciento de la izquierda, con más de 16 puntos de diferencia entre ambos. La campaña supuso la primera vez en 40 años que la derecha presumió de superioridad ideológica frente a la izquierda, dejándola descolocada con el eslogan 'comunismo o libertad'. La izquierda que intentó contrarrestar con 'fascismo o democracia' no logró convencer esta vez de su fuerza moral.

El surgimiento de una nueva izquierda dominante en Madrid ajena al PSOE acontece tras el desengaño y decepción de antiguos electores por las mentiras de que el socialismo nunca pactaría con Bildu y los independentistas, además de por engaños sobre un comité de expertos inexistente y hasta sobre la manipulada cifra de muertos por covid. Y un descontento también causado por la desconexión de los problemas reales de la gente, que perciben una supuesta amenaza del fascismo como algo ficticio hoy día.

Ha fracasado por tanto la tesis de Maroto y la insistencia de la mayoría de medios en que sí hay una derecha a la que no dejan de aludir que es extrema, adjetivo que omiten sobre la también facción más radical de la izquierda. Y ello aunque no haya en ninguna consejería autonómica española algún supuesto ultra de la derecha, mientras el partido comunista los tiene y con orgullo hasta en una vicepresidencia del Gobierno.

La derecha de Ayuso ha arrasado por conectar con los problemas reales de la ciudadanía, que teme una subida de impuestos. En contraste, han perdido quienes la han llamado "tonta", "nacionalista", "elitista" y hasta "trumpista", precisamente quien impulsó el 'rodea el Congreso' y la amenazó con meterla en la cárcel de la misma forma que en su momento el ex inquilino de la Casa Blanca amenazó a Hillary Clinton.  

Una mayoría de madrileños ha empatizado con la víctima de tan contundentes ataques. La hoy ganadora electoral anunció gobernar para la mayoría, frente a los que dijo que quieren patrimonializar instituciones no partidistas como el CIS, TVE, el BOE, la Justicia, Correos o la prensa. Un momento de reacciones electorales en el que ni Pedro Sánchez ni Reyes Maroto salieron a dar la cara tras el inaudito hundimiento del PSOE como izquierda hegemónica en Madrid.

Estas elecciones históricas que han debilitado la imagen de la ministra de turismo también han servido para tumbar dos dogmas. Uno de ellos, que una elevada participación es necesaria para que la izquierda gane a la derecha --fue de un histórico 76 por ciento y hubo 16 puntos de diferencia--, y otro, que la pandemia arrasará a todos los gobiernos --cuando la gestión en Madrid ha reforzado al que había--.

Así, el paso de Reyes Maroto como primera autoridad turística del país queda aún más en evidencia. Hace casi un año tuvieron que sacrificar a su secretaria de Estado Bel Oliver por el fraude de los certificados Covid --una testigo del momento en el que le dijeron su cese narra como se quedó blanca y temblorosa-- con el fin de salvar a una ministra y a que el gobierno no se viera forzado a una crisis más en su gabinete.

La ministra de Turismo ha sido alabada en el sector por su tono comedido y cordial, aunque muy criticada por ser España la potencia que menos ha ayudado a su sector más fundamental en la peor de las crisis que ha llevado a la mayoría a perder todo. Siempre había mostrado un perfil técnico y discreto, cuyo reconocmiento se ha dilapidado por su irrupción en la arena electoral con fallidas proclamas.

Su candidatura, como la del ministro de Sanidad Salvador Illa a Cataluña pese a ser España el país con mayor porcentaje de muertos por Covid respecto a la población, también sorprendió por el fracaso de sus logros turísticos, y ahora sale aún con un mayor descrédito por su papel en el peor resultado que el PSOE jamás obtuvo en Madrid. Y justo cuando el turismo español necesita más liderazgo político para resurgir de su momento más bajo jamás imaginado.