La miseria de la política en Mallorca

El conflicto entre el ayuntamiento de Manacor y Rafael Nadal es otro de los episodios cutres y lamentables que sólo pueden concebirse cuando los políticos son unos miserables (Campaña contra Nadal del alcalde de Manacor por su hotel).

Rafael Nadal es un triunfador que aprecia su ciudad natal. Nadal podría haberse instalado en cualquier lugar del mundo con o sin su Academia y sería bienvenido, pero ha preferido por dedicar todo su tiempo libre a Manacor. Allí vive, allí ha traído sus inversiones académicas, allí ha sentado su base.

Como es inevitable en una política dominada por personajes cutres, Nadal tiene oposición. Le rechazan aquellos que consideran que ha tenido un trato privilegiado por parte del Parlament balear, que facilitó con una ley su instalación en Manacor. El atacado, por supuesto, no es el Parlament sino Nadal. O sea, los políticos le dicen “ven, quédate con nosotros que te vamos a facilitar las cosas” y el criticado es el que acepta la oferta. Si la hubiera rechazado y se hubiera marchado, por supuesto, también le habrían criticado por despreciar su tierra. O sea, siempre le pondrán de vuelta y media: malo si se queda, malo si se marcha. 

Rafael Nadal ha sido uno de los famosos más discretos y fieles con su tierra. Su decisión de abrir una Academia de nivel internacional en su ciudad natal era inviable si no se hacían adaptaciones urbanísticas. Nada que no se haya hecho cuando hay una inversión industrial, urbanística, comercial o turística de relevancia. Pero, nadie critica ese urbanismo a la carta –carta controlada por los políticos—sino a uno de los beneficiados que se limitó a aceptar la oferta.

Así, pues, Mallorca vive un episodio cutre como está acostumbrada: ahora ponemos en cuestión a uno de los pocos personajes relevantes que tenemos. Porque en realidad, para muchos de los nuestros, sólo la mediocridad tiene cabida. Si alguien se sale un poco de su paupérrimo nivel, lo crucifican.