Periódicamente surgen casos esperpénticos que demuestran que la política canaria está lejos de ser la balsa de aceite propia de unas ‘islas afortunadas’. A veces es simplemente la ineficacia, pero muy frecuentemente son los juegos de intereses los que convierten las decisiones más simples en algo infernal, absurdo y, sobre todo, vergonzoso.
El caso del segundo Siam Park que el empresario Wolfgang Kiessling quería abrir en Gran Canaria, tras el éxito en Tenerife, es absolutamente lamentable. El problema es que ya ha pasado con varios proyectos, en general de indiscutible valía para el futuro turístico del archipiélago (Encalla el proyecto para construir un Siam Park en Gran Canaria).
En todos los casos, y en este también, los empresarios anuncian una inversión y se ponen en manos de los políticos para que decidan la forma legal que ha de tener su proyecto. Porque la legalidad en Canarias no es sencilla. En un primer momento, brazos abiertos y celebraciones. Pero eso dura poco.
Porque enseguida viene el caos: incluso haciendo todo legalmente, todo según las instrucciones, los empresarios comprueban que se han metido en un laberinto del que pasados los años no saben ni dónde está el principio ni dónde está el final. Simplemente, el ridículo. Ha pasado con hoteles, con urbanizaciones y también con el Siam Park.
Nadie está hablando de que se construya nada ilegal –lo cual, por cierto, ocurre pese a este marasmo normativo--, sino que nos limitamos a lo que los políticos dicen que sí se puede hacer, que con tal o cual medida será viable. Si el primer día hubieran dicho que no se puede hacer, Kiessling se habría ahorrado un dineral y, sobre todo, una brutal pérdida de energía.
El problema entra dentro de lo vergonzoso cuando aparecen los indicios de que detrás de tal o cual zancadilla, en tal o cual paralización, o influyendo en cada obstáculo aparecen ‘manos negras’ que en realidad son empresarios rivales, intereses económicos, privilegios que se quieren mantener a cualquier precio.
En todos lados se cuecen habas, pero en Canarias esto da mucha vergüenza porque se sale del mapa y alcanza niveles raramente vistos.
Suma y sigue.