Una proliferación nunca vista de fondos de inversión y de fortunas de todas partes del mundo han coincidido en movilizar todos sus recursos con la esperanza compartida de que la aguda crisis turística se traduzca en que puedan hacerse con una importante cantidad de hoteles a precio de saldo.
Estos fondos financieros y también otros inversores ya tocan todas las puertas que conocen con el planteamiento de que se multiplicarán los hoteleros con problemas terminales, y que ello supondrá una salida al mercado de establecimientos con valoraciones mínimas.
No obstante, pese a que la cantidad de interesados en comprar hoteles es la mayor nunca vista, incluso en los años de récord tras récord turístico, ninguno de ellos parece atreverse a lanzarse en el más inmediato corto plazo a ejecutar compra alguna, ya que creen que ahora no hay la estabilidad aún para saber si el precio es caro o barato.
Además, aunque haya unas pocas cadenas en una situación límite, la mayoría goza o bien un balance saneado tras años de beneficios máximos, o bien goza de un abultado patrimonio que puedan usar como aval para endeudarse y aguardar a tiempos mejores, que nadie duda que llegarán, sea en un año o en cinco.
Así, la expectativa de gangas hoteleras puede verse difuminada en el caso de que la cantidad de la oferta de hoteles que salga al mercado para su venta sea más pequeña de lo previsto, y la cantidad de demandantes de establecimientos sea tan elevada como se aprecia hoy día, con la irrupción de inversores de perfil oportunista.
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