De julio a octubre, Miguel Fluxá ha dejado atónito a todo el sector turístico balear con dos medidas atrevidas. Dos decisiones que han servido para definir al presidente de Iberostar de una forma inequívoca. La primera de ellas fue liderar un aumento salarial de la clase trabajadora que dejó sin habla a los sindicatos; y la segunda, colocar una macrobandera española en la sede central del grupo turístico mallorquín (“Los hoteleros no han sabido escenificar la gran subida salarial en Baleares”).
¿Quién dijo que Fluxá no era un valiente? Ahí están las dos propuestas realizadas y ejecutadas para demostrarlo. Subir los sueldos de los trabajadores de hostelería de forma tan elevada durante los próximos años fue un empeño personal suyo con la ayuda inestimable de Carmen Riu, y ordenar que se coloque una monumental bandera rojigualda en la fachada de su edificio ha sido una postura alejada del pasotismo isleño (Grupo Iberostar hace gala de su españolidad con una enorme bandera en su sede).
La apuesta de Miguel Fluxá por el aumento salarial no fue tarea fácil por cuanto encontró la oposición de varios colegas medianos y pequeños, así como también generó dudas entre algunos de sus compañeros de la grandeza hotelera (con estos se empleó a fondo). Pero cuando al presidente del Grupo Iberostar se le mete algo entre ceja y ceja es muy difícil que alguien se le resista, básicamente por el respeto y la admiración que le profesan (Fluxá critica que se suba la ecotasa pero que no se racionalice la Administración).
Lo de la gigantesca bandera española en la enorme fachada de unas oficinas muy visibles en la Vía de Cintura palmesana, y por la que transitan decenas de miles de coches al día, no tuvo el más mínimo rechazo al ser una decisión personal de un jefe (ahora ‘chairman’ en el nuevo organigrama de Iberostar) al que nadie cuestiona en la casa por el cariño casi unánime que sus directivos y empleados sienten por un empresario ejemplar.
Las dos medidas han dado que hablar. La de la subida de los sueldos, por inesperada y por su elevada cantidad, y la de la bandera, por el valor que hay que echarle para adoptarla en pleno desafío independentista. No es lo mismo colocar la enseña de los españoles después de un mundial o un europeo victorioso de la Selección, tal como hizo antes, a hacerla en la víspera de la apertura de un hotel en Barcelona...
Fluxá es un empresario comedido y una persona prudente. Nunca ha actuado de forma altiva ni empresarial ni personalmente. Hace trece años, cuando la conflictiva ecotasa, abandonó sus miedos escénicos ante la opinión pública liderando con Escarrer, Piñero y otros colegas la batalla por dicho impuesto. A partir de aquel momento nació un Fluxá nada pusilánime que ha sabido combinar como ningún otro la moderación con la valentía.
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