WTM: Mallorca sufre el cénit del esperpento antiturismo

La participación balear en la mayor feria británica se ha saldado con el gran impacto de que las autoridades no quieren más viajeros de ese país. Las palabras de Lucía Escribano a ‘The Sun’, tergiversadas según ella, suponen el cénit del esperpento antiturismo protagonizado esta semana por los gobernantes de las islas, en absoluta contradicción entre sus actos y sus declaraciones (Golpe a Mallorca: The Sun dice que los británicos no serán bienvenidos en la isla este verano).

Lo publicado por ‘The Sun’ no es sino el reflejo de lo que tradicionalmente viene articulando el principal argumento de un espectro sociológico que no reconoce beneficios al Turismo, y que se centra en ensalzar de forma insistente solo sus perjuicios, al mismo tiempo que han promovido más que nadie antes la masificación de la que tanto abominan con su permisividad hacia el alquiler vacacional.

Sus contradicciones sobre el Turismo jamás se han hecho tan evidentes y sonrojantes como en esta WTM, con un conseller diciendo ante los medios  en el stand balear de promoción turística que lo que hacían no era promoción turística, o como un líder del partido que sustenta al Govern autonómico pidiendo que se cancelase la promoción, después de que hace menos de un lustro se vistiera de esmoquin en Londres para precisamente hacer promoción (Lío político en la WTM: primera vez sin la ministra y piden cancelar la promoción).

El trabajo de miles de mallorquines, menorquines, ibicencos y formenterenses para sacar la máxima prosperidad a su presencia en la capital británica se ha visto empañado porque la feria ha sido usada por los políticos ante la cercanía de las elecciones de mayo, entre silencios mediáticos cómplices para tapar la magnitud del escándalo, y después de unos meses en que las principales víctimas de este despropósito también se hayan dejado utilizar con posados para fines propagandísticos.

Baleares, cuya capital fue elegida hace casi una década como la mejor ciudad del mundo para vivir, es protagonista hoy por las intenciones más difíciles de creer en el mundo civilizado, con una Palma donde coger un taxi es una proeza al no permitirse Uber, y donde los atascos, ante tanto coche de alquiler, copan las rutinas de sus residentes, ya que el objetivo ha venido siendo acabar con el turista turoperado, pese a que se mueve ordenadamente en autobús (Estupor de los hoteleros mallorquines: "El tema de los taxis no se puede aguantar").

El fiasco del carril bus-VAO al aeropuerto, cerrado a la semana de estrenarse, o el tranvía a esa instalación que alarga la conexión frente a lo que se tarda ahora en autobús, suponen otros ejemplos del declive de una Palma más llena de grafitis y de suciedad en sus suelos, con aceras menos ciudadas y sin un Paseo Marítimo con la oferta de ocio vibrante de antaño.

Mallorca ha pasado así de ser ensalzada a lo más alto por ‘The Times’ hace ocho años, a tocar fondo esta semana en su imagen por recoger ‘The Sun’ los resultados de un proyecto que en parte por sus contradicciones ha generado un empeoramiento en el nivel de vida ciudadano, sobre todo en cuanto su acceso a una vivienda, ante las políticas encaminadas a perjudicar a hoteleros y auspiciar el modelo Airbnb que ha disparado la saturación.