Ocasionalmente, los pasajeros y sobre todo los tripulantes de un vuelo de largo recorrido se sienten mal de salud, por razones misteriosas. Todos, por supuesto, sufrimos un gran cansancio tras un vuelo de largo recorrido que siempre atribuimos al efecto jet-lag, consistente en el cambio horario y también en las largas horas encerrados en un espacio muy pequeño. Sin embargo, un estudio de Susan Michaelis, una doctora que ha estudiado el tema del aire de los aviones, apunta a conclusiones más preocupantes. Michaelis estudió 15 incidentes con el aire en aviones de British Airways que sobrevolaban Australia, Alemania, el Reino Unido y Estados Unidos. Sus hallazgos no son tranquilizadores.
En primer lugar, los síntomas identificados se corresponden con el sistema neurológico y el respiratorio, incluyen cansancio, dificultades para respirar, desorientación, dolores de cabeza, temblores, problemas de visión, parálisis y vómitos.
Nada de esto tiene que ver con el cansancio, sino que esto tiene un vínculo con contaminantes químicos. La tripulación es, evidentemente, la más afectada por estos riesgos, hechos públicos ahora por la Organización Mundial de la Salud, que se ha tomado en serio el trabajo de Michaelis.
Al parecer, el aire de las cabinas es enviado a la cabina por el compresor del motor, indica la académica. Esto tiene el riesgo de que los vapores del combustible puedan filtrarse. Esos combustibles tienen tricresylfosfato, un componente con gran capacidad para dañar el sistema nervioso, conocido también como “el asbestos de los cielos”. Las investigaciones en torno a este asunto se suceden.
Un tripulante australiano ganó un caso en 2010 contra su aerolínea, aduciendo que su salud había sido dañada por este motivo. Dee Passon, un antiguo tripulante de British Airways ha fundado un movimiento llamado “Toxic-Free Airlines”, que pretende denunciar esta situación que afecta sobre todo, pero no únicamente, a las tripulaciones. Passon empezó a tener problema cuando fue llamada a volar en un avión cuyos anteriores tripulantes habían tenido problemas de salud. Fue al médico quien le dijo “usted es la octava paciente de British Airways esta semana”. Investigando, encontró que la mortalidad entre los tripulantes de aviones había sido particularmente alta en un periodo corto de tiempo.
Ella recibió un diagnóstico formal de tener “síndrome aerotóxico”, que le bloqueaba los pulmones y provocaba diversas disfunciones cardíacas.
El Boeing 787 es el primer avión que usa compresores eléctricos para bombear aire a la cabina, en un circuito totalmente separado de los motores del avión.
Otro motivo a añadir para subir el salario a los tripulantes auxiliares de contratos recientes que cobran poquísimo. No sólo sufren cambios horarios drásticos, jornadas larguísimas, stress por manejar tantos clientes en un espacio cerrado y los cambios de presión. Ahora añadimos la contaminación del aire.
Ahí lo tienen... ¿camareros del aire?
Todo mi respeto.