Renfe ha mantenido activos muchos trenes durante el tedioso confinamiento, incluidos los AVE de Madrid a las principales ciudades de España. Ustedes dirán que se trata de una empresa estatal y que esos servicios se lo pueden permitir porque los gastos acaban siendo pagados con nuestros impuestos.
No sabemos cuál habría sido el comportamiento de la Red de Ferrocarriles en el caso de que la pandemia la hubiese afrontado con competidores, ni los servicios implementados por estos. Lo que sí aquí quiero poner de manifiesto es que Renfe ha actuado de manera resaltable durante estos nefastos meses.
Y muy especialmente lo han hecho sus trabajadores, que se han expuestos como otros colectivos que han sido elogiados por los medios y aplaudidos por la población. Empleados de Atocha, de Santa Justa, de Sants, de María Zambrano, de Chamartín y de tantas estaciones de cercanías y de alta velocidad.
Ni por asomo se han jugado la vida como los sanitarios— Dios tenga en gloria a los fallecidos—ni como los de la Las Fuerzas de Seguridad del Estado, ni como los de la UME, pero han estado al pie del cañón, atendiendo a los pasajeros que tuvieron que viajar en semanas de tremenda y fastidiosa inquietud.
Se han expuesto lo mismo que los trabajadores de supermercados, los transportistas, los repartidores, incluso pilotos y tripulantes de aviones y tantos otros. No son héroes, pero no he visto por ningún lado que se pida un aplauso para ellos. Si lo han recibido los panaderos, digo yo que por qué no también los de Renfe.
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